Hay en la biblioteca de Mingorría,
a la derecha de la mesa del bibliotecario, un expositor que guarda a la vista
de los lectores una pequeña colección de libros, en su mayoría encuadernados en piel. Estos libros, con buen criterio, no se prestan y sólo se pueden leer en
la sala. Son los 279 libros que aún quedan de los 300 del lote inicial que fue
el germen de la actual colección de la Biblioteca Pública Municipal de Mingorría;
biblioteca que en la actualidad se encuentra entre las mejores de la provincia
de Ávila, por número de volúmenes, actualmente cuenta con 15.800, y
por la excelente gestión.
Este fondo inicial de libros será el hilo conductor de esta
breve historia que he podido recoger de diversas fuentes sobre la biblioteca en
la que paso unas cuantas horas todos los veranos. Su origen está en la
iniciativa de la II República, a través de las Misiones Pedagógicas, con
un fin que, según recoge Hipólito Escolar en su Historia de las Bibliotecas, nos presenta “Manuel Bartolomé Cossío, que fue el primer director del
Museo Pedagógico y del nuevo Patronato, decía que lo que principalmente se
proponían las misiones era despertar el afán de leer en los que no lo sentían,
pues sólo cuando todo español, no sólo sepa leer, que no es bastante, sino que
tenga ansias de leer, de gozar y divertirse, sí, divertirse leyendo, habrá una
nueva España.” Para llevar a cabo este objetivo, continúa Escolar,
“la República perfeccionó su labor de lectura popular con
la creación de la Junta de Intercambio y Adquisición de Libros para las
Bibliotecas Públicas (1931), con la finalidad de modernizar las colecciones
bibliográficas de las bibliotecas públicas del Estado y donar pequeños lotes de
libros a instituciones privadas que desearan formar su propia biblioteca.
Un año más tarde (1932), y siendo ministro
de Instrucción Pública Fernando de los Ríos, se confió a la Junta la creación
de bibliotecas municipales en los pueblos, iniciadas con lotes de 150
volúmenes, que pronto pasaron a 300 más un suplemento ocasional de 150.”
El Decreto de 13 de junio de 1932 marca las pautas para la creación de las bibliotecas públicas municipales y la solicitud de fondos a las que, según el Artículo 1º del mismo, tiene derecho: “cualquier Municipio español, en cuyo término no exista Biblioteca pública del Estado, puede solicitar de la Junta de Intercambio y Adquisición de Libros para Bibliotecas públicas la creación de una Biblioteca municipal”; a este fin se deberá crear, según el Artículo 2º, una “Junta que se titulará “Junta de la Biblioteca municipal de…” con un máximo de diez Vocales” en la que estarán representados además del Ayuntamiento “las Asociaciones profesionales, de cultura y personalidades destacadas por su competencia, manteniendo la institución neutral y abierta a todos”.
Siguiendo estas directrices, el 4 de septiembre de ese año
se firma el Acta de constitución de la Junta de la Biblioteca pública Municipal de
Mingorría “bajo la presidencia de Sr. Alcalde Don
Miguel Camarero Alonso, con objeto de dar cumplimiento a lo dispuesto en
Circular nº1” de la Junta
de Intercambio. En el Acta se reflejan los nombramientos de los miembros de
la Junta y sus cargos: por las asociaciones profesionales se designan 2
representantes: por la Sociedad Obrera, a Juan
José Vázquez y Vázquez y a Florentino García Pintos; (vocales);
otros 2 por el Sindicato Agrícola, a David Gallego Ibarzabal y Ezequiel Sastre Nieto (vocales); 2
particulares nombrados por el Ayuntamiento, Néstor Pindado Rodríguez (vicepresidente)
y Mariano
Cuenca Muñoz (tesorero), “así como los
maestros nacionales de esta villa” Manuel Rioyo (secretario)
y Benedicta
Álvarez Nieto (vocal).
Enviada la solicitud a la Junta de Intercambio,
ésta responde el 22 de mayo de 1933 que previo al envío de los libros deben
consignar el nombre del bibliotecario, su sueldo y títulos si los tiene y el
horario de apertura, además se deberá haber colocado un cartel o rotulo bien
visible que diga “BIBLIOTECA PÚBLICA MUNICIPAL DE…”.
Una vez resueltos estos requisitos recibirían los libros y los ficheros (uno de
autores-materias y otro topográfico) por ferrocarril y a portes pagados, y “una vez que la Biblioteca esté funcionando la Junta
enviará a un inspector para la organización del préstamo de libros y recoger y
estimular cuantas iniciativas sirvan para el mayor éxito de la fundación”.
El 25 de mayo se reúne en sesión la Junta de la Biblioteca que “por unanimidad acuerdo designar a Don Virgilio Pindado, Bibliotecario de la misma, designándole una gratificación anual de OCHENTA pesetas, y suplente del mismo a Don Daniel Muñoz Álvarez, secretario de este Ayuntamiento”, se acuerda colocar el rótulo y “señalar las horas de lectura en dicha Biblioteca, por la mañana de diez a doce y por la tarde de siete a nueve”, dando así cumplimiento a lo solicitado.
El 23 de junio de 1933 se reciben los ficheros y el 29 del
mismo mes se reúne la Junta de la Biblioteca Municipal
dándose cuenta en el acta de “haberse recibido
e instalado en este Ayuntamiento la Biblioteca pública municipal, concedida por
la Junta de Intercambio y adquisición del libro” y “de unánime conformidad acordó quede abierta al público el
día primero de julio, próximo, haciéndose saber al vecindario de esta localidad
por medio de pregón” las horas de apertura al público. Se
acuerda también comprar los libros de sesiones y contabilidad y abrir una
suscripción voluntaria “para que las
personas que lo estimen conveniente contribuyan con una cuota semestral, a fin
de atender los gastos de las misma y adquisición de nuevos libros”
y dar cuenta de su funcionamiento para que desde la Junta de Intercambio se
organice el préstamo de libros.
El 1 de julio de 1933 se firma el “Acta de inauguración de la Biblioteca Pública municipal de esta villa de Mingorría”. El alcalde hizo constar el horario de apertura “tiempo durante el cual pueden utilizarse todos los libros de la misma haciendo presente la procedencia de su utilización en beneficio de la cultura general.” A continuación se hizo un propósito de buenas intenciones: “Por otros señores presentes se hizo uso de la palabra para expresar el mejoramiento de esta población por la instalación de la misma y la procedencia de coadyugar a su funcionamiento y amplitud, a cuyo efecto se tomarán las medidas oportunas recabando medios para obtener ingresos y nuevos libros.” “Seguidamente varios vecinos concurrentes agradecen la instalación y funcionamiento y ofrecen cooperar al sostenimiento de la misma”.
Las materias de los libros que
componían los lotes asignados a las bibliotecas, según Hipólito Escolar era: “el 60 por 100 de los libros tenía carácter recreativo (poesía,
novela, teatro, viajes, biografía y folklore) porque había que crear, en muchos
casos, hábitos de lectura, y una biblioteca formada únicamente con libros de
estudio podía alejar a los posibles lectores.” La mayoría de las
obras seleccionadas eran “de fácil lectura
y los autores eran los de mayor interés en aquellos días, aunque salta a la
vista una gran carencia: la de libros infantiles. Su no inclusión puede
deberse, quizá, a que la Junta pensaba que la lectura de los niños quedaría
resuelta con las bibliotecas de misiones pedagógicas. También a la poca
experiencia de sus miembros, que no valoraron la importancia que en una
política de creación de lectores tiene la inculcación del hábito de la lectura
en la infancia”.
El mantenimiento, gestión y adquisición
de nuevos fondos para la biblioteca correspondía al Ayuntamiento, aunque la “Junta donaba el lote fundacional, facilitaba libros con el
50 por 100 de descuento, daba instrucciones para el buen funcionamiento y
recomendaciones para mejorar su rendimiento cultural mediante la organización
de conferencias o lecturas comentadas”. A este respecto, como se
señalaba en el Artículo 4ª del Decreto de 13 junio de 1932, “La Junta hará un donativo de fundación con arreglo a la
siguiente escala de población: Municipios inferiores a 1.000 habitantes, 150
volúmenes; Idem de 1.000 a 3.000 habitantes, 300 volúmenes; Idem de 3.000 en
adelante, 500 volúmenes” (Mingorría
por aquellas fechas contaba con una población que rondaba los 1400 habitantes,
por lo que le correspondieron 300 volúmenes). Por otro lado, la
Junta se comprometía a renovar los libros, que eran de su propiedad, y
a incrementar los fondos en aquellos municipios que destinasen cantidades para
la compra de libros.
Tal como indicaba la Junta de Intercambio en su escrito
del 22 de mayo de 1933, se envió un inspector para la organización del préstamo
y recogiese iniciativas para estimular el éxito de la biblioteca. El
funcionario designado fue Juan Viçens, inspector de
Bibliotecas Públicas Municipales en el período 1933-1936, que relata así
su llegada al pueblo y hace una descripción gráfica de la villa, el local
destinado a la biblioteca, el bibliotecario, la Junta que la rige y el
movimiento de lectores y usuarios:
Acceso: es la estación siguiente a Ávila.
300 volúmenes
Pueblo pobre, pero no mísero; en la fonda
conseguí con dificultad que me preparan una cena tolerable.
Local modesto, pero espacioso. El encargado
es un alguacil de poca cultura, pero cuidadoso. La Junta está animada de la
mejor voluntad. No pudo realizarse reunión pública por causa de ser la época de
mayor trabajo en los campos y en la era (cosa que me ocurrió en este viaje en
todas partes). Sin embargo, anunciaron la reunión con la mejor voluntad y lo
que ocurrió fue que celebré la reunión con la Junta con asistencia de unas
cuantas otras personas y todos escucharon con el mayor interés.
Cobran unas cuotas voluntarias a los que
quieren ayudar a la biblioteca, por no tener el ayuntamiento medios
suficientes. Desde luego que eso no establece limitación alguna en el derecho a
leer, paguen o no, pero acaso eso no lo sabían bien todos los habitantes y
algunos creían que había que pagar para leer. Les hice ver la imperiosa
necesidad de que todo el mundo sepa con toda claridad que la biblioteca es
completamente gratuita y se mostraron dispuestos a poner todos los medios
necesarios.
El movimiento de lectores es bastante
grande, pero en el verano disminuye mucho, sobre todo en agosto, fenómeno, por
lo demás natural y general a todas las localidades rurales”.
En la actualidad la utilización ha cambiado, como la vida, y es mayor en los meses vacacionales, sobre todo en agosto, por ser el mes de mayor afluencia de antiguos habitantes y otros veraneantes, ya que la población actual es poco mayor de los 400 habitantes.
La biblioteca estaba situada en el primer piso del ayuntamiento
en una sala de 3,20 por 5 metros, disponía de balcón orientado al este que le
proporcionaba luz natural. Tras su paso por la escuela municipal, la casa de
los maestros, la colección volvió al edificio consistorial cuando después de su
derribo en 1990 en su lugar se edificó el actual Ayuntamiento, donde por un
breve espacio de tiempo se conservó, antes de ser trasladada a la presente
ubicación en las casas del antiguo cuartel de la Guardia Civil, rehabilitado
como centro de cultura tradicional y biblioteca.
Como indica Hipólito Escolar, al igual que otras
muchas iniciativas, la Guerra Civil acabó con este ilusionante y ambicioso proyecto de crear 100 bibliotecas municipales cada año. El
gobierno nacido tras el golpe de Estado de 1936 decreta las nuevas directrices
que regirán las bibliotecas públicas y muchas de éstas desaparecerán. Se
redactarán listas de libros y autores cuyas contenido serán censurados y
retirados por su ideología o contenido que atentaran contra la moral y la nueva
ideología. Se declaraba ilícita, por Orden de 23 de diciembre de 1936, “la producción, el comercio y la circulación de libros,
periódicos, folletos y de toda clase de impresos y grabados pornográficos o de
literatura socialista, comunista y libertaria, y, en general, disolventes”.
A la sombra del nuevo régimen se lleva a cabo la renovación de cargos de la Junta
de la Biblioteca de Mingorría.
El 14 de junio de 1938 se reúne la Junta de la Biblioteca con
el fin de llevar a cabo la renovación de cargos y “cubrir
vacantes producidas, por defunción unas y por cese natural en sus funciones el
representante del Ayuntamiento” quedando la Junta constituida
con los siguiente personas y cargos: “Presidente: D.
Bienvenido Domínguez, Vicepresidente: Daniel Muñoz; Secretario: Dª Elena A.
Esteban; Tesorero: Benigno Martín; Vocales. Dª Benedicto Álvarez, D. Pablo
González, D. Juan José Vázquez, D. David Gallego, D. Ezequiel Sastre y D.
Dionisio Cenalmor. Este último actuará además como bibliotecario”.
Los miembros de esta Junta serán los que hagan
cumplimiento de las órdenes del Patronato Nacional de Fomento de Bibliotecas
Públicas y redacta una Memoria sobre la situación de la biblioteca que
se recoge en el Acta de sesión de junio 1939: “Que la
Biblioteca ha funcionado con normalidad durante la guerra, siendo lectores
asiduos niños de las cuatro Escuelas Nacionales que existen en la localidad”,
y añade “La Biblioteca contaba con un total de 300
volúmenes. De ellos han sido retirados y remitidos a la Junta de Burgos los
volúmenes pedidos y desaparecidos 6”. A continuación señala las
dificultades que tiene la Junta de la Biblioteca para la
adquisición de nuevos libros y las iniciativas que ha promovido al respecto: “dando preferencia a la literatura infantil, por carecer de
ella, ha iniciado una suscripción voluntaria con un donativo, e invita a los
funcionarios y demás amantes de la cultura para que contribuyan con sus
aportaciones al indicado fin”.
Según el Libro de Registro de Entrada de Obras
de la biblioteca, se remitieron al Ministerio 5 libros: Proceso histórico de la C. de la R.E., de
Jiménez de Osúa, L; Cartas a una señora sobre temas
de D.P., de Osorio y Gallardo, A.; Los cuatro jinetes del Apocalipsis y Entre naranjos, de Blasco Ibáñez, V., y La rebelión de las masas, de Ortega
y Gasset, J.
La Memoria redactada indica que han desaparecido 6 libros,
aunque en el Libro de Registro de Obras se consignan en las Observaciones
que los libros desaparecidos en 1937 son en total 10 de los que 4 se repusieron
en 1952. Alguno de estos libros “desaparecidos”
fue a manos de particulares cercanos a los miembros de la Junta según me confesaron
personalmente. Estos libros tenían interés bien por su contenido ideológico y
moral: Fundamentos del socialismo,
de Amado
Inchausti, P.; El Estado de los
Soviets, de Schlesinger, M.L.; y Lo sexual, de Sánchez Rivera y Moset, D.;
o bien por un interés práctico para “el estudio de
oposiciones” de estos particulares que nunca devolvieron: Derecho usual, de Posada, A.G.; Agricultura elemental Española, de Dantín
Cereceda, J.; Manual del
comerciante y tenedor de l.; de Heredia, R.; y Diccionario Pedro Alcalá Zamora Francés-Español y
Español-Francés; y los que fueron repuestos en 1952: El arte de leer, de Faguet, E.; Taquigrafía. Reglas y ejercicios graduados,
de Martín
Estala, F.; y Compendio. Gramática.
Academia Esp.
Por lo que respecta a la supervivencia de los libros de la
fundación de la Biblioteca hay que añadir que se anota como desaparecido en
1957: Elementos de Aviación, de Armangué,
A.; y desaparecido y repuesto sin fecha: Cartilla
de Automóviles, de Arias Paz, M.; fue retirado por
deterioro: Hace falta un muchacho, de Cuyás
y
Armengol, A. y retirados por deterioro y repuestos en 1952: Obras poéticas completas, de Campoamor,
R. de; y Obras completas 1º Vol., y Obras completas 2º Vol., de Gabriel
y Galán, J.M.
A partir de aquí los fondos de la fundación no tuvieron más
incidencias siendo la siguiente anotación de entrada de libros, a pesar de los
buenos propósitos mostrados por las juntas de incrementar los fondos, el
volumen 301 el 19 de junio de 1944; y la siguiente y última Acta registrada en
el Libro de actas de sesiones de la Junta de la Biblioteca
municipal, la del 28 de junio de 1957 sobre la renovación de
cargos, siendo presidente y alcalde Dn. Isidoro Esteban Álvarez ;
vicepresidente Dn. Moisés Pindado Pajares; secretario Dn. Daniel Redondo Villa;
tesorero D. Ezequiel Sastre Nieto y cabe destacar la inclusión entre los
vocales, del párroco Dn. Francisco José Romero, junto a Dn.
Juan José Vázquez, Dn. David Gallego y los maestros Dña.
Ángeles Álvarez, Dña. Laurentina Herrero y Dn.
Dionisio Cenalmor Sanchidrián, que continuaba actuando como
bibliotecario.
Para la redacción de esta entrada he de agradecer la
colaboración imprescindible y la infinita paciencia de Moisés Esteban Rodríguez, actual bibliotecario
de la Biblioteca Municipal de Mingorría, que me ha facilitado la
consulta del Libro de Registro de Entradas de Obras de la
Biblioteca Pública Municipal y del Libro
de actas de sesiones de la Junta de la Biblioteca municipal de esta villa
y todas las informaciones que le he solicitado sobre la misma. El resto de obras consultadas
son:
Historia
de las bibliotecas, Escolar, Hipólito. Fundación
Germán Sánchez Ruipérez, 3ªed. Salamanca, 1990.
Juan Vicéns, Inspector de Bibliotecas
Públicas Municipales 1933-1936, en Revista
Educación y Biblioteca, nº 169, Enero-Febrero 2009, de cuyo artículo he extraído las
fotografías hechas por el propio Vicéns y que se encuentran en el Archivo General de la Administración de Alcalá de
Henares.
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