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miércoles, 4 de junio de 2014

El castillo de Portillo


Llegué a Portillo procedente de Íscar, y fue una pequeña odisea llegar al castillo porque a los pies de Portillo se encuentra Arrabal de Portillo, por donde deambulé antes de que me indicaran por dónde subir al pueblo que es donde está la fortaleza. El pueblo se encuentra sobre un promontorio, conocido como Raso de Portillo, y el castillo domina el acceso del camino de Segovia a Valladolid desde el sur. Aunque no era la única ruta para llegar a Valladolid, sí era la que menos ríos tenía que cruzar, por lo que la población amurallada y la fortaleza tenían un interés estratégico importante desde antiguo: La población aparece relacionada con tropas árabes en el siglo X, aunque las primeras referencias al castillo son de 1371 cuando Enrique II tercia en la disputa por la propiedad entre los herederos del infante Tello.


La historias del castillo está relacionada con los acontecimientos que van desde la toma del poder por Enrique II de la corona de Castilla hasta la unión de los reinos de Castilla y Aragón con Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, los Reyes Católicos. Contar la historia de esos 150 años en pocas líneas es difícil por la gran cantidad de personajes que aparecen, pero lo haré haciendo una breve referencia a la historia y a los cambios que hubo en el castillo, transformaciones que le confieren un estilo propio de la Escuela de Valladolid, aunque éste será resultado de diversas actuaciones a lo largo de ese siglo y medio.

Pedro I el Cruel. Museo Arqueológico Nacional de Madrid
La crónica la iniciaremos en 1339, cuando Alfonso XI cede la villa de Portillo a su hijo natural el infante Tello. que será quien inicie la construcción del castillo. A la muerte del rey la corona recae en Pedro I el Cruel, aunque pronto comienza la guerra civil englobada en la Guerra de los Cien Años contra su hermano bastardo Enrique de Trastámara, futuro Enrique II de quien el infante Tello era hermano. La guerra concluirá con la muerte de Pedro I en Montiel a manos del futuro rey Enrique II.

El infante Tello debió impulsar la construcción del castillo sobre una construcción anterior ya que la base de la torre del homenaje puede ser románica. La propiedad le fue confiscada durante la guerra civil y, perseguido por Pedro I se refugia en Aragón, pasando la fortaleza a Fernando de Castro. Tras la victoria final de Enrique II el castillo le es devuelto al infante Tello quien la cede en testamento en 1370 en mancomunidad a sus cuatro hijos, causa por la que el rey debe intervenir un año después ordenando que sólo uno quien la posea. En 1378 el rey la cede a su propio hijo, el Duque de Medina Sidonia. A la muerte del duque en 1404, la villa y sus tierras revierten en la Corona formando parte en 1409 de la dote de la infanta María, hija de Enrique III. Ésta, a su vez, la vende a su hermano el futuro Juan II en 1415. Durante el reinado de Juan II el castillo pasará sucesivamente a manos de Diego Gómez de Sandoval, Ruy Díaz de Mendoza, Álvaro de Luna y al hijo del rey, el infante Alfonso.

A Enrique II le sucede Juan I, y a éste Enrique III. El hermano pequeño de Enrique III es Fernando de Aragón o de Antequera, futuro Fernando I de Aragón y padre de los infantes de Aragón que intervendrían activamente en las cuestiones castellanas durante el reinado Juan II de Castilla, el infante Juan, que reinaría como Juan II de Navarra, y el infante Enrique que murió tras la batalla de Olmedo en 1445.


Al acceder Juan II al trono en Castilla se forman varias fracciones, por un lado Juan II y su valido el condestable Álvaro de Luna; por otro los infantes de Aragón, hijos de Fernando de Antequera, tío y protector de Juan II durante su minoría de edad, y por otro la nobleza que pretende mantener sus privilegios. Las continuas luchas y las diferentes y cambiantes alianzas harán que el castillo cambie de manos constantemente y sea testigo privilegiado de la historia.

En 1423 Juan II entrega la fortaleza a Diego Gómez de Sandoval, que en 1429 se alza en armas en Peñafiel contra el propio rey apoyando al bando de los infantes de Aragón. El castillo le es confiscado y Gómez de Sandoval se refugia en Aragón de donde no volverá hasta 1438. La fortaleza por entonces la había donado el rey a Ruy Díaz de Mendoza. La situación volvió a precipitarse en 1441 cuando los Infantes de Aragón hacen prisionero al rey y anula todas las cesiones anteriores a 1438, por lo que la fortaleza retorna de nuevo a Gómez de Sandoval y, el propio Juan II es encarcelado en ella. Sin embargo, el rey escapa y junto a Álvaro de Luna se enfrenta a los infantes en la batalla de Olmedo, que supone la derrota definitiva de éstos: el infante Juan vuelve a Navarra de donde era rey, el infante Enrique muere tras la batalla y Gómez de Sandoval cae prisionero, aunque un año después es perdonado y le son devueltas sus posesiones.


En 1448 debido a las constantes intromisiones de los de Aragón en los asuntos de Castilla,  Álvaro de Luna da un golpe de autoridad y encarcela a todos los cabecillas partidarios de éstos en el castillo. Gómez de Sandoval logra huir y se refugia en Aragón donde acabará muriendo. Desde 1448 hasta 1452 el castillo estará en manos de Álvaro de Luna quien lo reforma, eleva la torre del homenaje y edifica nuevas estancias palaciegas en torno al patio de armas. Pero en 1453 don Álvaro cae en desgracia víctima de las intrigas la nobleza y de la reina Isabel de Portugal, segunda esposa de Juan II y madre de la futura reina Isabel la Católica. Don Álvaro es encarcelado en el castillo y allí permanecerá hasta ser trasladado a Valladolid donde será decapitado. El castillo es entregado de nuevo a Ruy Díaz de Mendoza, aunque un año después, en 1454, por testamento el rey Juan II otorga la posesión a su hijo el infante Alfonso, hermano de Isabel.


Con Enrique IV, hijo y sucesor de Juan II, la situación política y social variará muy poco, con Álvaro de Luna y los infantes Aragón fuera de la política castellana, las luchas se trasladarán a la línea sucesoria que intentará imponer la cada vez más influyente nobleza. Saltan a escena Juan Pacheco, el nuevo valido y Beltrán de la Cueva, ambos representantes de la nueva nobleza. La vieja nobleza, temerosa de un nuevo Álvaro de Luna en la persona de Pacheco, insta al rey Enrique IV a nombrar su sucesor a su hermanastro el infante Alfonso, con lo que deshereda a su hija Juana alegando entre otras cosas ser hija del favorito de la reina Beltrán de la Cueva. El rey accede nombrar sucesor el infante Alfonso, y tras la farsa de Ávila, donde se degrada a Enrique IV y se entroniza al infante como Alfonso XII, sin embargo el infante morirá 2 años después en Cardeñosa, Ávila. La nobleza entonces ofrece la corona a su hermana Isabel quien declina el nombramiento accediendo a ser la sucesora de su hermanastro Enrique IV, dejando de nuevo a un lado a Juana. Enrique IV accede a nombrar sucesora a Isabel pero mantiene el privilegio de autorizar su matrimonio, al parecer pactado con el rey de Portugal. No obstante Isabel se casa en secreto en Valladolid con Fernando, heredero de Aragón, por lo que Enrique IV vuelve a nombrar sucesora al trono su hija a Juana. Insospechadamente el rey muere, envenenado o no, e Isabel es nombrada reina de Castilla. Juana, casada con el rey de Portugal, lucha por sus derechos, pero es derrotada y acaba retirándose al reino portugués.


Como hemos visto el castillo pasa a ser posesión del infante Alfonso por testamento de Juan II, pero Enrique IV se niega a entregarlo. Pero la liga de nobles que en 1464 obligó al rey a reconocer al infante Alfonso sucesor y a devolver las donaciones de la herencia, entre ellas el castillo. Un año después, en 1465 se inicia la guerra entre los hermanastros y Alfonso entrega el castillo a Rodrigo Pimentel, conde de Benavente, partidario de su causa. Sin embargo, el de Benavente cambia de bando y apoya la causa de Enrique de quien logra en 1468 que le haga donación del castillo, posesión que mantendrá hasta después de la muerte de Alfonso en 1471. El conde de Benavente, apoyará a Enrique IV contra las pretensiones de Isabel, pero a la muerte del rey vuelve a cambiar de bando apoyando entonces a Isabel frente a Juana La Beltraneja. En 1475, el conde es hecho preso por los partidarios de La Beltraneja, y la fortaleza de Portillo es entregada a los portugueses en pago de su rescate.

Derrotada Juana y terminada la guerra, el rey Fernando el Católico, cede definitivamente la propiedad al conde de Benavente. Éste manda construir la barrera exterior y reforma el patio palaciego que mandara construir Álvaro de Luna, construye también un foso que rodea todo el recinto, actualmente tapado, y un impresionante pozo de 40 metros de profundidad, dotado de cámaras subterráneas, accediendo así al agua de la que carecía, reformas que dotan al castillo con un aspecto militar que aún mantiene. Ya en el siglo XIX pasa a propiedad del Conde Osuna y más recientemente el médico natural de la villa de Portillo, Pío del Río Hortega compra la fortaleza y la dona posteriormente a la Universidad de Valladolid, su actual propietaria.

Con el castillo de Portillo cierro el viaje que hice por tierras de Valladolid y que he ido relatando en las entradas: Castillos: Por tierras de Valladolid y las historias de los castillos de ÍscarFuensaldaña, y Fuente el Sol.

Para preparar la historia del castillo consulté la siguiente bibliografía:
Castilla y León. Castillos y fortalezasCobos Guerra, F. y Castro Fernández, J.J. deEd. Edilesa.
Las noblezas españolas en la Edad Media Siglos XI-XVGerbet, Marie-Claude, Alianza Universidad.
Los castillos y fortalezas de Castilla y LeónMartín Jiménez, Carlos M.Ed. Ámbito.
Los Trastámara y los Reyes Católicos, Historia de España, Tomo 7, Suárez Fernández, Luis, Editorial Gredos.




viernes, 15 de noviembre de 2013

Castillos por tierras de Valladolid

Castillo de Portillo
Hay aficiones que no se solventan en 2 horas y una de ellas es visitar castillos.Ver un castillo no es únicamente ver arquitectura medieval, en muchos casos en pura ruina, es vivir la historia, adentrarse en la simbología, la filosofía, el arte y sus personajes, en definitiva es un compendio de sociología. Una vez leí que un castillo y un barco son los ejemplos simplificados de una organización social perfectamente estructurada y jerarquizada. Por alguna de estas razones o por todas ellas, me gusta visitarlos.

Castillo de Íscar
En septiembre me organicé una excursión por tierras de Valladolid: mapa, cámara, documentación y bloc de notas.Tras hacer pequeño circuito con los lugares por los que voy a ir pasando, parando si llega el caso, y anotando las anécdotas que ocurren. Lo mejor, aparte de la visita al castillo, es el contacto con los vecinos, la charla con otros visitantes, ir aprendiendo cosas, oìr pequeñas historias y peculiaridades que nunca se recogen en los libros: hablo con el dueño del bar, con la señora que barre su puerta, con quien pasa por allí... es algo espontáneo y enriquecedor.

Castillo de Portillo
Salí de Madrid sin un itinerario claro a las 11:15 y con un calor que comenzaba a ser molesto. No sabía hasta dónde iba a llegar, ni si iba a hacer las visitas ese día o al día siguiente. El primer destino era Íscar, desde allí tenía dos opciones o subir hasta Portillo o volver para comer en Olmedo y desde allí a Fuente el Sol. Según el tiempo disponible seguiría hasta Portillo, Fuensaldaña y Fuente el Sol, aunque esta posibilidad era la más improbable porque entre medias tenía que cruzar Valladolid. Finalmente pude hacer la más completa: paré en Íscar, donde comí; después Portillo, Fuensaldaña, donde pasé una tarde muy agradable visitando prácticamente todas las dependencias del castillo, y camino de Fuente el Sol, pasé sin parar contemplando desde la carretera Simancas, Medina del Campo y Arévalo, este último en Mingorría (Ávila) donde terminé la excursión a las 20:05 después de 410 km. de ruta, que hubiesen sido menos de haber encontrado a la primera la subida a Portillo y no me hubiese extraviado dos veces en la circunvalación de Valladolid.

Castillo de Fuensaldaña
Hubo varias incidencias. Entre Olmedo e Íscar volcó un pequeño camión cargado de tablas de madera que me retuvo varios minutos. Luego sufrí las propias de todos los lugares de España: nadie sabe dónde se puede comer en su pueblo porque claro, todo el mundo come en su casa. Una peculiaridad de Íscar es que para ir al restaurante todas las calles son dirección prohibida y para volver a la carretera extrañamente también lo son. Portillo es un pueblo que está en un alto y a los pies tiene un barrio que se llama Arrabal de Portillo, donde anduve extraviado dando un par de vueltas al pueblo y sin ver el castillo por ninguna parte, hasta que me indicaron la dirección correcta, el castillo está orientado al norte en vez de al sur como es lo normal. Aunque la verdadera odisea fue cruzar Valladolid, me llevó casi media hora, sobre todo porque la carretera de circunvalación está sin terminar y tras varias vueltas uno acaba curiosamente en el punto de partida, además de sufrir un calor insoportable. Una vez en Fuensaldaña visité el castillo en grupo organizado del que yo era el único integrante: todas las explicaciones de la guía fueron para mi solo.

Castillo de Fuente el Sol
Desde allí a Fuente el Sol, al llegar pregunté a un grupo de hombres, unos 6 todos viejos, que estaban charlando a la sombra de una tapia de adobe. Parecían extrañarse de que alguien fuese al pueblo para ver sólo el castillo, y más aún el día que tenían carreras de galgos. Con el sol ya bajo llegué a Pajares de Adaja , ya en tierras de Ávila, donde esperaba la merienda y la charlar sobre lo mal que se estaba dando este año la caza.

Llegué a Mingorría exhausto, donde terminé el día sin ganas de hacer un repaso de la jornada. Cada visita merece una entrada por sí sola, así que en cada lugar he puesto un enlace que os llevará a la descripción las fortificaciones y las charlas con los lugareños; historias que iré desgranando y modificando por aquí porque la historia y los lugares evolucionan y siempre hay nuevos descubrimiento que son de obligado cumplimiento actualizar. Para acabar una recomendación, para estos viajes no utilicéis ese chisme, el GPS os hará perder todo el encanto del contacto con la gente.