Hace unos días presentaba Miguel Sobrino su libro Monasterios en la Escuela de Arquitectos de Madrid, y me vino a la cabeza este viaje por la Sierra Negra de Ocejón. Como ya había leído su anterior libro, Catedrales, escrito de forma sencilla y amena, no era difícil imaginar que el autor siguiera esa misma línea de claridad como es en efecto.
El libro y la presentación se inicia con una introducción del monacato en España en época visigoda y termina prácticamente la actualidad. En este trayecto de siglos va desgranando la presencia y la función del monasterio desde la modificación del paisaje, al componente social, cultural, económico y, claro está, arquitectónico. Nos introduce con los primeros ermitaños en cuevas y abrigos para emerger al exterior con construcciones cada vez más complejas hasta convertirse en verdaderos palacios como El Escorial. Son el eje que conformarán nuevas rutas y caminos; iremos viendo el tránsito de construcciones austeras a dependencias palaciegas destinadas al servicio de la nobleza enclaustrada. Un recorrido preciso sin olvidar el componente social y económico: los monasterios de hombres y los monasterios de mujeres, las órdenes religiosas y sus normas.
Casi al principio nos plantea una pregunta ¿Por qué el ermitaño, el monje, que tiene como fin una vida en solitario se ve obligado a someterse a una vida comunitaria? El retiro y la oración acaban influyendo en lo espiritual, en la política y la cultura. ¿Qué lleva a una asociación que predica la pobreza a encerrarse en edificios cada vez más ricos y opulentos? No sólo va respondiendo a estas preguntas aparentemente sencillas, sino también a cómo han evolucionando estas comunidades, los edificios y los estilos arquitectónicos y cómo se ha intervenido en ellos en diferentes épocas, un paseo por la historia del Cister a los Cartujos, del prerrománico a la época moderna, de constructores anónimos a la maestría de Juan Herrera, Juanelo Turriano y Sáinz de Oiza; de su influencia espiritual sobre el pueblo llano a ser confesores del Emperador; o el tránsito de la celda humilde de San Pedro de Alcántara a construcciones tan complejas como El Escorial o San Juan de los Reyes en Toledo.
La obra no debe haber sido sencilla llevarla a cabo. Si para su anterior libro, dedicado a las catedrales, no tuvo más que seleccionar unas de entre las más significativas, entre los monasterios es tal la cantidad de edificios dispersos en el tiempo y en el espacio que sólo su selección ha debido ser tarea inimaginable, e ingente, porque se trata de un libro ilustrado con más de 500 dibujos del propio autor, de edificios y su entorno, elementos arquitectónicos, esculturas, personajes y recreaciones de cómo debieron ser algunos de los que hoy sólo quedan ruinas. Una labor ardua, sistemática y metódica que culmina con un resultado extraordinario, claro y ameno, porque no se trata de enumerar edificio, lugares y fechas, sino que a la rigurosidad del docente, une la pasión del artista y del amante del saber, algo difícil de compaginar y, aún más complicado, saber transmitírselo al lector.
Miguel Sobrino es, según sus palabras, dibujante y escultor, además imparte clases en varias universidades entre ellas en la Escuela de Arquitectura de Madrid.
De izquierda a derecha, Javier Ortega, profesor de la Escuela de Arquitectura; Luis Maldonado, director de la Escuela de Arquitectura; y Miguel Sobrino. |
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