LA TORRE O CASTILLO
Según Díaz de la Torre, a quien vamos a seguir en nuestro relato, la Torre de Astudillo, por los restos que aún pueden verse de ella, hubo de ser una fortaleza "dotada de al menos dos
torreones situados en los vértices noroeste y sureste y con un recinto interno
con varias dependencias que le proporcionan un carácter diferente a las torres
exentas". Tiene forma rectangular de unos 32 x 23 metros de lado. La puerta de
acceso al recinto se abría en el lienzo sur y tenía 4,10 metros. La torre que vemos está orientada al Norte y conserva parte de su alzado con dos flancos de unos 11
metros de altura, mientras que de la otra torre, al igual que el resto de
construcciones, tan solo quedan los arranques. Está construida por superposición
de cajones de cantos rodados y adobe delimitados por verdugadas de ladrillo donde
se alojan los mechinales que nos indican los pisos que la componían, así mismo, las esquina estaban reforzadas también con ladrillo que le proporciona mejor estabilidad y acabado.
El
único vano existente se encuentra en el muro Oeste que según su traza, vertical
y alargada, debió ser una saetera. El acceso a la torre debió hacerse por el lado
interior del recinto a través de uno de los laterales hoy desaparecidos. Su
estructura es prácticamente cuadrada el lado N-S de 7,5 metros y de 7,90 el
lado E-O. De la otra torre sólo quedan los restos de la cimentación y tiene medidas
similares.
En
el vértice Suroeste se encuentran los restos de una dependencia de mayores
dimensiones que los torreones sin coincidir con la fábrica de éstos. Está construida
en ladrillo y presenta verdugadas de ladrillo con hiladas de cantos rodados. En
su interior hay un silo excavado en la roca de 4 metros de diámetro y que ha
sido objeto de expolio. En el centro del patio se localiza un pozo cuyo brocal
mide 3,20 metros de diámetro.
Cimientos de la torre sureste |
En
sus inmediaciones se encontraba el pueblo de Astudillo que contaba con
iglesia, con advocación a Santa María, y según un documento de 1476 estaba
situado en el camino que unía Rasueros con Madrigal, aunque no hay ninguna referencia a la fortificación. Concluye que el castillo de Astudillo
debía ponerse en relación con el de Rasueros, -de cuyo castillo quedan los restos de una pared y argamasones junto a la actual iglesia,- y con la muralla de Madrigal que debió contar
con un alcázar anterior al siglo XIII, en que se fecha la construcción de sus murallas, y del que tan solo hay una estructura y argamasones junto a la iglesia de Santa María. Por último cabe destacar que el de Astudillo, según Díaz de la Torre, formaba parte de una línea
defensiva norte-sur junto con las fortalezas de Madrigal y Rasueros, y que debió tener considerable importancia por su cercanía al Reino de León, línea que se
vería reforzada con una serie de atalayas dispersas en la zona entre la que
cabe destacar la de Yecla -esta torre se encuentra al Oeste en el término de Horcajo de las Torres-.
CIRCUNSTANCIAS HISTÓRICAS
Jorge Díaz de la Torre nos introduce a través de su trabajo sobre los
torreones, campanarios y atalayas de origen mudéjar en la Tierra de Arévalo sobre la
construcción y la finalidad de estas fortalezas de las que van quedando escasos restos. Durante
la segunda mitad del siglo XI y primera del XII comienzan a llegar grupos de gente a las
tierras altas de Ávila, en la Extremadura castellana. Estas migraciones se producen sobre todo a
partir de 1085 tras la conquista de Toledo
por Alfonso VI. Estos grupos tienen fines
repobladores y están compuestos por gentes del los condados del norte de Castilla (Burgos y Palencia, apuntar que colonos llegados de la población palentina de Astudillo probablemente fuesen los fundadores del Astudillo abulense) así como de La
Rioja, Navarra y Vascongadas que se unen e integran
con pobladores ya residentes.
Estos asentamientos generan una malla de poblaciones que se encuentran separadas por escasa distancia, a menos de un kilómetro en muchas
ocasiones. Estos pequeños grupos tenían la necesidad de ayuda
mutua en sus actividades cotidianas como para la roturación de tierras, mejoras del sistema de cultivo, y la de organizar un sistema de defensa ante la aún persistente amenaza de incursiones musulmanas, a lo que habría que añadir el hecho de ser tierra de
frontera con el Reino de León. Por ello, nos recuerda, deben dotarse un sistema defensivo cuya principal función va a ser estar comunicados entre sí. Con este fin se construyen atalayas y torres -algunas de estas
últimas se integran en la iglesia como campanarios-, que les permiten tener un amplio dominio visual del territorio a la vez les propiciaba el tiempo
suficiente para refugiarse en villas amuralladas como Arévalo o Madrigal,
o en pequeñas fortalezas como las de Astudillo, y las mencionadas de Rasueros o Torralba.
Lado oeste de la torre con el único vano existente |
Para esta entrada he consultado la siguiente documentación:
Torreones, atalayas y campanarios en la Tierra de Arévalo (Vestigios Mudéjares), Díaz de la Torre, Jorge, en Cuadernos de Cultura y
Patrimonio. Número XV en La Alhóndiga, Asociación de Cultura y
Patrimonio, Agosto de 2012. Se trata, según nota del artículo, de una ampliación de la ponencia presentada por el autor junto a Martha González Lombo en el V Congreso de Arqueología Medieval Española, Valladolid 1999, publicado como Vestigio mudéjares de edificaciones religiosas y militares en la provincia de Ávila.
Estructuras defensivas asociadas a despoblados en el norte de la provincia de Ávila, González Lombo, Martha y Díaz de la Torre, Jorge, en Castillos de España, Castillos de España, Asociación Española de Amigos de los Castillos, N.º 109, pág. 52-53, Madrid 1998.
Fortificaciones Abulenses en la Frontera Medieval entre Castilla y León, Jiménez Esteban, Jorge, en Castillos de España, Revista de la Asociación Española de Amigos de los Castillos, N.º 179, 180 y 181, pág. 43-50, Madrid, 2016
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