lunes, 2 de noviembre de 2020

El castro vadiniense de Peña del Castro

Con la victoria de Roma en las llamadas Guerras Cántabras culminó la conquista de Hispania en tiempos de Augusto (19 a.C.). Se concluía así la conquista de la Península que se había iniciado en 219 a.C. con el asedio cartaginés a Sagunto y el desembarco, un año después, de las legiones romanas en Ampurias dando inicio a la Segunda Guerra Púnica. Como apunta González Echegaray -citando a Tito LivioHispania fue la provincia que primero empezó a conquistar Roma y la última en ser conquistada, las Galias tardaron 7 años en ser conquistadas, Hispania tardó 200 años. El sometimiento de los cántabros fue de tal crudeza que llevaron prácticamente a su exterminio. En una reciente visita al norte de la provincia de León tuve la oportunidad de visitar el yacimiento de Peña del Castro en La Ercina, castro de los vadinienses, una de las tribus cántabras.

Muralla y edificio cuadrado para prácticas rituales
El castro se encuentra al norte de La Ercina y se llega por un camino cómodo que a su derecha tiene encauzado un arroyo y a la izquierda un hermoso valle de robles. El camino concluye el paseo de aproximadamente 1 km. en una explanada sin árboles; aquí el camino gira a la derecha bordeando el monte. Nosotros cruzamos en línea recta la explanada y subimos las peñas campo a través por la ladera que nos dejó junto a la puerta del castro. El camino correcto, aunque mal indicado, era tomar a la izquierda y el propio camino nos deja en el yacimiento.

Casa de las Paredes Rojas con pared de doble hilada rellena de tierra. En el interior
se aprecian divisiones. Debó ser lugar de culto y rituales.
Siguiendo a González Echegaray, la tribu cántabra de vadinienses se asentaban en el extremo nororiental de la actual provincia de León con una derivación hacia el bajo Sella. La fisonomía de los cántabros tenían aspecto indoeuropeo o céltico, aunque se pueden considerar un grupo homogéneo; hasta la fecha se conocían a los Salenos, Orgenomescos, Avarigios, Concanos, Blendios, Coniacos y Valdinienses (sic). El cántabro era un pueblo de estructura matriarcal en la que tenía preponderancia el derecho femenino y de línea materna, aunque estaba regido posiblemente por varones en todos sus niveles. Algunos de los nombres más citados de los pobladores, extraídos de lápidas funerarias, son para las mujeres Anna, Amia, Aia y Dovidena; las mujeres se encargaban de la agricultura, la ganadería y la confección de enseres como cerámicas y tejidos. Los nombres más comunes entre los varones era Ambato, Bodero, Boddo, Doidero, VadoPentovio; éstos solían dedicar su tiempo sobre todo a la guerra: defensa de las fronteras y mercenarios -a la vez que apreciados eran muy temidos-, a la caza y tal vez a la fabricación de armas. Como pueblo guerrero tenían sus propios himnos de combate y ejecutaban danzas. La esperanza de vida rondaba los 35 años, aunque existían casos de longevidad entre los 80 y 95 años.

Dos habitaciones, cuadrada en primer plano y redonda al fondo
La economía cántabra, habitantes de una zona muy montañosa, era muy pobre; se basaba en una agricultura muy elemental con predominio del cereal, cultivaban cebada con la que elaboraban cerveza, muy apreciada por ellos, y harina, y trigo de baja calidad. La ganadería: caprino y porcino que aprovechan los bosques de robles que tienen en la bellota alimento del ganado y fabricación de harina; la cría de caballos en semilibertad similar el actual asturcón; del vacuno les proveía de leche, carne y ayuda en la labranza; y la caza tanto como complemento alimenticio como ejercicio. No obstante gran parte de sus ingresos debía provenir de su calidad de guerreros mercenarios. Puede que la explotación minera del hierro y la fabricación de armas fuese también fuente de ingresos. Vivían sobre colinas, en poblados: castros que variaban de tamaño, desde pequeños poblados de escaso valor defensivo a grandes oppida que podían servir como refugio a varias "gentilidades" en épocas de guerra, situándose éstos en altura. El castro en la zona meridional defendiendo la frontera sur contaban con muralla y foso, mientras que los poblamientos del interior eran más pobres. Las habitaciones eran de planta circular a veces con paredes de piedra y techumbre de ramaje sustentado por un poste central; adosado a la pared se podía colocar un banco corrido; también existen casos más aislados de viviendas de planta rectangular. La distribución de las viviendas en el interior del recinto amurallado carecía de todo sentido urbanístico.

La economía cántabra mantenía un intercambio de productos con sus vecinos que tendían a equilibrar sus deficiencias, truques de cereales de los que eran deficitarios por sus excedentes ganaderos y materias primas de la montaña. Con la romanización de sus vecinos: Vacceos, Turmogos y Autrigones en diferentes etapas, este equilibrio tendió a romperse y a dificultar su sistema de comercio ancestral lo que les llevó en muchos casos a aprovechar su fortaleza como guerreros  para satisfacer sus necesidades con la práctica del pillaje de las cosechas de pueblos vecinos, excusa que esgrime Roma, la defensa de sus aliados, para lanzar campañas de castigo contra Astures y Cántabros hasta la sumisión de los primeros.

Entrada al castro y muralla en la que se aprecia desprendimiento de material
En el yacimiento se pueden ver dos cartelas informativas y las imágenes que las ilustran y que a continuación transcribo y que, aunque aportan escasa información, el visitante sabe agradecer:

Hola, mi nombre es Anna de la tribu cántabra de los vadinienses.
Cuando venía a este poblado me gustaba subirme al monte que vosotros llamáis Peñotas y desde allí contemplar el ajetreo del lugar de mis antepasados.
Las casas se organizaban cerca de la muralla y de la calle que desembocaba en la puerta de la misma. Las había redondas y cuadradas, pero la más importante era la Casa de las Paredes Rojas, a la izquierda de la entrada al castro, allí se hacían nuestras ceremonias. A nosotros nos gustaba salir al camino a recibir a los agricultores y ganaderos, pero lo mejor era cuando venían visitantes de lejanas tierras con cerámicas y adornos para comerciar en el poblado.

 

Hola, mi nombre es Pentio Festio de la tribu cántabra de los vadinienses y esta era la casa de mis abuelos, donde yo solía pasar algún tiempo.
La casa tenía la parte inferior de piedra, las paredes eran de ramas entretejidas que luego se cubrían de barro y se pintaban de colores. El techo era totalmente de paja.
E en interior de la vivienda mi abuela y mi madre molían el cereal junto al fuego con unos molinos circulares, mientras que mi padre y abuelo afilaban los útiles que utilizaban para trabajar los campos.


No sabemos cuándo se despobló el castro, posiblemente antes de los últimos episodios de la guerra todas vez que se encuentra en el límite meridional del país que se sitúa en esta zona en Cistierna, por lo que pudo ser sometido muy temprano. El castro se encuentra a 1255 metros de altitud, mientras que la cumbre de la Peña del Castro, bajo la que se ubica, tiene una cota de 1328 m. En la zona excavada se pueden ver tres habitaciones -que deben ser las que se recrean en el primer dibujo, dos cuadradas y una redonda-, la principal es la Casa de las Paredes Rojas que indica la cartela, tiene construidos los muros con doble hilada de mampostería y relleno de tierra como la muralla, aunque de menor grosor, presenta divisiones en su interior. Las otras dos habitaciones de menor tamaño y sin divisiones, tiene la base de sus muros de mampostería. La muralla que defendía el castro debe tener unos 2 m. de espesor, está construido entre dos paredes de mampostería y está rellenado de tierra -en la actualidad tiene un pequeño desprendimiento en la cara externa. Entre el muro y las habitaciones el suelo está empedrado.

Peña del Castro. A mitad de la montaña y a la izquierda se aprecia la
muralla en la que se distingue el derrumbe de materiales
La historia de los Cántabros, como hemos dicho al inicio, termina con la campaña del 19 a.C. a cargo de Cayo Agripa, yerno de Augusto. Agripa toma el mando de unas tropas romanas desorganizadas y desmoralizadas, que habían sufrido más una derrota -algunos soldados llevaban 10 años de campaña-, determina que tras el acoso sin cuartel que los cántabros sometían a las legiones, no hacer prisioneros. Todos los combatientes apresados eran ejecutados al momento. González Echegaray cita al respecto a Estrabón quien recordaba "una fila interminable de cruces donde agonizaban los cántabros aún sin fuerzas para entonar sus himnos de guerra". El país fue literalmente arrasado, los castros cercados y sometidos por hambre. Los supervivientes trasladados a la llanura. Los belicosos cántabros que desde 26 a.C. se habían sublevado contra Roma en cuatro ocasiones, tres de ellas junto a los astures antes de ser sometidos éstos, prefirieron la muerte al sometimiento. El propio Agripa, afectado por la crudeza de la campaña no quiso rendir cuentas al Senado ni aceptó los honores que el propio Augusto quiso rendirle.

Robledal descendiendo del castro camino de La Ercina

Para esta entrada he consultado, además de las cartelas informativas del propio castro, la siguiente documentación:

García González, Juan José, Ordenación geopolítica del espacio centro-meridional de la Cordillera Cantábrica (Siglos IV a.C.-VI d.C.), en Poder y Sociedad en la Baja Edad Media Hispánica, Universidad de Valladolid, Valladolid, 2002
González Echegaray, Joaquín, Cantabria Antigua, Ed. Tantín, Santander 1986.


En la visita al Museo Arqueológico de Madrid en la sección de romanización de la Península nos explican brevemente el sistema de financiación de las campañas militares de Roma, en este caso las Guerras Cántabras. Con el título de Moneda y ejércitos la cartela informativa resume el sistema de financiación y conmemoración de las campañas cántabras junto a varias monedas:

Dinero y soldados viajan juntos. Salarios y gastos de organización se pagan en moneda que, a veces, se acuña expresamente para la campaña. Así ocurrió con las guerras cántabras, para las que se emitieron, en algún lugar del noroeste, bronces con la caetra, el escudo circular hispano. Algunas victorias militares son conmemoradas en las monedas mediante escenas en las que aparecen los enemigos vencidos, sus armas y sus símbolos.

Ases de Augusto para la Guerras Cántabras
Bronce. Hacia 27-23 a.C. Ceca indeterminada en el Noroeste

Denarios de Publio Carisio conmemorando las Guerras Cántabras
Plata. Hacia 25-23 a.C. Augusta Emerita (Mérida, Badajoz)

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