Construido sobre lo alto del espolón rocoso, el castillo de Frías vigila la ciudad a orillas del Ebro. Al otro lado del río está Tobera, a donde llegamos después de visitar Poza de la Sal; por el otro lado, dominando las rutas del norte que van al Cantábrico, el soberbio puente medieval sobre el Ebro. Llegamos a Frías, la ciudad más pequeña del mundo, por la carretera BU-504. Habíamos visitado antes Tobera, su modesto puente románico sobre el río Molinar y la ermita Nuestra Señora de la Hoz, del siglo XIII y el santuario barroco, similar a un humilladero, del Cristo de los Remedios. Un cómodo paseo que termina junto a un mirador frente a las cascadas que forma el río al precipitarse en varios tramos.
Frías, como muchas poblaciones medievales fue objeto de permutas y cambios entre la corona y la nobleza, así, en 1011 el conde castellano Sancho García la cambia junto a otras propiedades para obtener Oña donde mandará construir su magnífico monasterio; pero será con Alfonso VIII, el de Las Navas de Tolosa y su política expansiva hacia el norte buscando la apertura de puertos que le permitirían comerciar a través del Cantábrico, cuando comience a tener relevancia en las Merindades, tanto histórica como económica. Siguiendo a Gonzalo Martínez, en la biografía Alfonso VIII, hasta entonces Castilla "había sido un reino orientado hacia el interior" y desde muy pronto intentó crear una red de ciudades y puertos que propiciara su apertura al comercio y a las relaciones marítimas. La primera ciudad creada será Castro Urdiales; a la que concede de fueros francos en 1163; le seguirán Santander, Laredo y San Vicente de la Barquera. Esta política expansiva estaba apoyada en el otorgamiento de "fueros apropiados a las actividades mercantiles y artesanales", e irá añadiendo algunas villas que se encontraban en las rutas que las iban a comunicar a través del camino de Santiago con los puertos cántabros: Miranda de Ebro en 1177, Medina de Pomar en 1181 y Frías en 1202.
Éste debió ser el propósito del rey cuando en 1201 trueca Frías con los Armengol, condes de Urgel y señores de Valladolid, y descendientes del conde Pedro Ansúrez, -la permuta debió hacerse con Armengol VIII de Urgel y IV de Valladolid- a cambio de diversas villas. De esta forma pasaba Frías del reino de Navarra a Castilla. En esta época ya debía existir el castillo, -según todos los autores de finales del XII o principios del XIII- al que pertenecieron los espléndidos capiteles románicos que decoran los ajimeces de las ventanas de la fortaleza. Un año después "el monarca concede al concejo de Frías el fuero de Logroño y en 1211 se construyen las murallas de la villa". Alfonso VIII reformará el castillo ya existente "dotándolo de nuevas defensas ya que pasa a ser una pieza importante en el control del territorio al sustituir en esas funciones al castillo de Petralata".
En 1394 Enrique III dona la villa a Diego López de Zúñiga aunque dos años más tarde la vuelve a recuperar a cambio de Béjar (Cáceres). Según Cooper esta permuta se debió a los pleitos abiertos entre la Mesta, los vecinos y los propios López Zúñiga por el acceso a los pastos de las dehesas del río Cuerpo de Hombre, por lo que el rey zanja la cuestión cambiando Frías por Béjar, a la vez que otorga privilegio a Frías por el que ningún otro rey, después de él, podrá donar o enajenar la villa "por cuanto la dicha villa según ella es e el lugar en que esta asentada cumple muy mucho para ser de los reyes inmediatamente e non de otra persona".
A pesar de este privilegio, Juan II permutará en 1446 la ciudad y su castillo con el conde de Haro, Pedro Fernández de Velasco a cambio de Peñafiel. Este cambio provocará el rechazo de los vecinos que se resistirán a aceptar un nuevo señor recordando los abusos del anterior señorío y por contravenir la promesa de Enrique III. La rebelión dura hasta 1450 fecha en la que Fernández de Velasco pone sitio al castillo, donde se habían atrincherado los vecinos "e tomola por fambre e por sed, como no estavan apercividos, a cavo de dos meses, especialmente por agua que no lo avia". En las capitulaciones entre la ciudad y los Velasco se acuerda que todas las reformas de la fortaleza así como cualquier edifico nuevo sería a costa de los nuevos señores y sus sucesores. Los Velasco, condes de Haro y condestables de Castilla, añadían así Frías a sus señoríos en la Merindades donde ya poseían Medina de Pomar y Espinosa de los Monteros a la vez que convertían la nueva ciudad en cabeza del ducado de Frías que los Reyes Católicos les otorgarán en 1492.
Es tras la rebelión de la ciudad contra los Velasco cuando debieron construirse "las torres circulares que separan el castillo del resto de la muela, la torre cuadrada que cubre la puerta de este frente y la barrera y el foso que precede". Al castillo, siguiendo a Berdard Remón, es ligeramente cuadrado y se accede al él mediante un puente estrecho, levadizo en su día, que salva un foso excavado en la roca, que conduce a un barbacana con cañoneras o barrera de doble muro. El muro más alto tiene dos cubos redondos en los extremos y en el centro una torre cuadrada donde se aloja la entrada al recinto interior, a través de doble puerta en zig-zag para facilitar su defensa. Una vez en interior, en el patio de armas, a la izquierda quedan restos de dependencias residenciales, entre ellas las tres ventanas ajimezada románicas que mencionábamos al principio; y a la derecha el espacio que ocupaba la zona de servicios: cuadras, bodegas y almacenes; y por último en el centro el pozo del aljibe. En el extremo de la zona de servicios existe una torre-puerta con una poterna que se utilizaba para abandonar el castillo en caso de asedio.
La torre del homenaje, muy vistosa y fotogénica, es de planta poligonal y se eleva sobre una mole rocosa de toba. Cuenta con garitones sobre modillones en sus dos esquinas y contaba también con un aljibe. Lo que hoy vemos de la torre debe corresponderse a una porción de su tamaño original, aproximadamente la mitad, a causa de los derrumbes que sufrió la fortaleza y el roquedo en los siglos XVI, XVII y XVIII. Estos derrumbes provocaron la destrucción de varias casas y en una ocasión la muerte de 30 vecinos en uno de los desprendimiento, por lo que hubo varios intentos y propuestas para la demolición de la torre. Finalmente se optó por reconstruir la fortaleza, la que vemos en su estado actual.
Los pueblos de la provincia de Valladolid, Ortega Rubio, Juan, Valladolid, 1895
Conocer España por sus Castillos, Gassós, Dolores, Caja Segovia, 2004
Castillos de Burgos, Bernard Remón, Javier, Ed. Lancia, León, 1992
Castilla y León. Castillos y fortalezas, Cobos Guerra, F. y Castro Fernández, J.J. de, Ed. Edilesa, León, 1998.
Los castillos y fortalezas de Castilla y León, Martín Jiménez, Carlos M., Ed. Ámbito,Valladolid, 2003
Alfonso VIII rey de Castilla y Toledo (1158-1214), Martínez Díez, Gonzalo, Ediciones Trea, Gijón, 2007.
Foso y puente vistos desde el adarve |
Torre cuadrada y barrera que protege la entrada |
Capitel románico representando un ave mitológica |
Capitel románico representando a un caballero |
Vista de Frías entre la torre del homenaje a la iglesia de San Vicente |
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