lunes, 16 de enero de 2017

Tarraco: los alrededores de Tarragona, la ciudad romana


Mi profesor de Historia aseguraba que Roma, la civilización romana, era sobre todo el Derecho y las Obras Públicas: puertos, calzadas, ciudades y acueductos. Recordé esto el primer día de este año 2017 en Tarragona, la antigua Tarraco, donde se puede disfrutar del magnífico anfiteatro frente al mar, el foro, el circo, todo dentro de la ciudad, y la impresionante la muralla de 4 kilómetros aunque en la actualidad se reduce a solo uno, "bien visible desde el paseo Arqueológico, que discurre entre la muralla romana y la contramuralla del siglo XVIII (...) hasta el edificio del Museo Arqueológico Provincial. Se asienta sobre un curioso basamento ciclopeo y ha sido reedificada en diversas ocasiones, siendo de destacar la obra medieval del siglo XIV", escribe Emma Liaño Martínez en su formidable Inventario de la Ciudad de Tarragona y su provincia . Este libro nos va a servir de guía, junto a las explicaciones que ofrecen los paneles informativos al pie de los monumentos que visitamos partiendo del anfiteatro. Sin entrar en él nuestra excursión nos llevará a la Torre de los Escipiones, el Arco de Bará y el acueducto de les Ferreres o Puente del Diablo y, aunque no se reseña en el Inventario, la impresionante cantera o pedrera de El Médol.


Iniciamos nuestro itinerario tomando la A7 y la N-340, la Vía Augusta romana que comunicaba Gades (Cádiz) con Roma. A unos 6 kilómetros se encuentra la torre de los Escipiones. En el Inventario, Liaño la describe como un interesante monumento funerario; la construcción "es una torre cuadrangular según modelo oriental, heredado de Grecia, adornada con relieves de divinidades relacionadas con el culto a los muertos, llamada torre de los Escipiones (...) atribuida erróneamente a la Gens Cornelia".


Construida junto a la Vía Augusta, el cartel informativo la describe como una torre de tres cuerpos superpuestos, con sillares extraídos en una cantera cercana, fue erigida en el I d.C. En comparación con otras construcciones similares del mismo tipo y época "debía estar rematado por una cubierta piramidal hoy totalmente desaparecida". En el cuerpo superior se encuentra la cámara funeraria donde se depositarían las urnas con las cenizas de los difuntos. En la fachada principal se conserva un bajorrelieve muy desgastado, casi imperceptible, en el que se representarían a las personas enterradas. En el cuerpo intermedio se conservan dos figuras en altorrelieve y en posición simétrica, "que tradicionalmente -pero erróneamente- han estado identificadas con los hermanos Escipiones, origen del nombre con el cual se conoce popularmente el monumento".


Estas dos figuras están representadas de pie vestidas con indumentaria oriental y representan a "Atis, divinidad oriental originaria de Frigia (en Asia Menor), protectora de los difuntos y su resurrección". Sobre ambas esculturas existe una inscripción "dentro de una tabula ansata, la cual, de acuerdo con las últimas investigaciones- se puede traducir como: Enalteced la obras que dejó al morir olvidándose de él, erigió para los suyos un solo sepulcro donde tienen que permanecer para siempre". Este tipo de monumentos funerario estaban situados a lo largo de las principales vías con el fin de perpetuar la memoria de los difuntos. En el panel informativo hay tres imágenes de la torre de diferentes épocas que explican la repercusión que este monumento ha tenido a lo largo del tiempo.


Finalizada esta visita continuamos nuestro camino por la misma N-340, dirección Torredembarra, a otros 14 kilómetros nos encontramos el Arco de Bará en plena carretera. Liaño describe el monumento como el más interesante del término municipal; consta "de un solo vano, con arco de medio punto sobre impostas señaladas y dos pilastras corintias por lado estriadas sobre zócalo. El arquitrabe es de una hilada y se remata con friso liso y cornisas. Fue dedicado por Licinio Sura, según inscripción del friso publicada del siguiente modo: EX TESTAMENTO. L. LICINI. L.F. SERG. SURAE CONSECRATUM". Señala que durante el siglo XIX se restauró en 3 ocasiones, y una cuarta en el pasado siglo XX, "habiéndose desviado la carretera general por ambos lados del monumento para dejar visible una pequeña parte del piso de la calzada que pasaba bajo él".


En panel informativos que hay junto al arco, podemos leer sobre su construcción que "erigido entre los años 15 y 5 a.C. por disposición testamentaria de Lucio Licinio Sura, praefectus de la colonia Victrix Iulia Lepida (Velilla de Ebro, Zaragoza)- y dedicado al emperador Augusto". Se construyó con piedra local, probablemente de una cantera cercana en la misma Roda de Bará, La inscripción que antes reproducíamos se encuentra situada sobre los capiteles de las pilastras corintias; añade que falta una elemento, un piso superior, "el ático, elemento arquitectónico que coronaba el monumento, no se ha conservado".


"Su construcción, -en la vía Augusta a unos 20 kilómetros de Tárraco- se explica en el contexto de la reforma administrativa realizada por Augusto en el año 27 a.C.-en la cual Tárraco fue designada capital de la provincia Hispania Citerior- y en el marco de la renovación red viaria hispánica impulsada también por Augusto". Concluye señalando la importancia del monumento para comprender el alto grado de romanización que alcanzó la región e incluye varios dibujos y fotografías de diferentes épocas en las que se puede ver el arco desde su aspecto más deteriorado hasta una simulación de cómo debió ser completo.


Desde aquí volvimos sobre nuestros pasos dirección Tarragona para visitar el acueducto de les Ferreres o Puente del Diablo tomando de nuevo la N340, la A7 y una vez en la ciudad la N-240 dirección Valls; nada más cruzar bajo la autopista AP7 existe un desvío que lleva al aparcamiento. El acueducto, cuenta Liaño "salva el desnivel del valle del río Francolí. Los arcos miden 6.40 metros de luz. Y la altura máxima es de 26 metros y la longitud de 217 metros. Fue restaurado en en siglo X, en tiempos de Abderramán III, y en 1855", aunque toda la canalización, según Barrow, tenía una longitud total de 35.50 kilómetros.


La información sobre su construcción que proporciona el panel que hay al inicio del recorrido es escasa, tan sólo indica que era uno de los dos, y el de mayor longitud, acueductos que proveían de agua a Tarraco desde el río Francolí -antiguo Tulcis-; y que existía un tercer acueducto que canalizando las aguas del río Gaya (Gaià), en total "los estudiosos hablan de un caudal de 1000 litros por habitante y día". El agua, añade, era para los romanos, además de un bien de primera necesidad para beber, cocinar y limpiar, un elemento en torno al cual giraba gran parte de la vida social de sus ciudades en termas y baños.


"Res gestae, simplemente "cosas hechas" -comenta Barrow que les gustaba decir a los romanos y como muestra reproducimos una frase del panel informativo para recordarnos la importancia de la construcción de las obras públicas en el mundo romano según describe "Fronti, primer curator aquarum o inspector de aguas de Roma a finales del siglo I d.C." quien decía: "Compara, si quieres, con la piedras tan numerosas y necesarias de tantos acueductos, las superfluas pirámides o las construcciones de los griegos, famosas pero inútiles". Es de destacar que el acueducto se puede cruzar a pie por el cauce por donde debía transcurrir el caudal de agua. Una vez alcanzado el otro extremo o bien se vuelve por el mismo puente o se puede optar por bajar por esa misma ladera entre la espesa vegetación que crece en ese lado más cercano al mar.


Señalar por último que para llegar al acueducto se hace a través de los restos de un jardín romántico de finales del siglo XIX y principios del XX, de inspiración inglesa, diseñado y construido por Rafael Puig y Valls, ingeniero de Montes tarraconense a cuya familia perteneció la finca, donde puede leerse un frase a la entrada escrita en azulejos: "VIAJERO. No olvides que los pueblos más cultos, son los que tratan con fervoroso respeto a los ancianos, los enfermos, a los árboles y los pájaros. ¡No lo olvides viajero! Mariano Puig y Valls". Así concluimos ese día nuestra excursión comentando el por qué del nombre de Puente del Diablo; éste, según la tradición más extendida en construcciones similares se debe a la leyenda de que fue construido por el mismo diablo en una sola noche. Aunque estas tradiciones varían de un lugar a otro, todas concluyen que fue el diablo quien construyó o intentó impedir su construcción.


A la mañana siguiente volvimos a tomar la carretera A7 hasta su confluencia con la Vía Augusta (la N-340) en el desvío a La Mora. En la rotonda elevada que hay en la confluencia de ambas vías, se abre a la izquierda un camino de tierra que nos conduce hasta la cantera o pedrera de El Médol, la mayor cantera y más importante que abastecía de grandes bloques y sillares a Tarraco. Para acceder al monumento se hace a pie por un camino de tierra, bien pavimentado, bordeado a ambos lados por sendas hileras de cipreses que lo resguarda en lo posible del ruido de la autopista que pasa a escasos metros.


La información sobre la cantera comienza con la descripción del Clot -la hoya formada en el lugar tras la extracción de los bloques de piedra, se calcula que en total se extrajeron más de 150.000 metros cúbicos-. Lo más singular es la Aguja de El Médol, "el elemento más característico del Clot que muestra el nivel original del terreno donde se empezó a explotar la cantera. Tiene casi 20 metros de altura (...) y es uno de los pocos ejemplos que disponemos de este tipo de elemento en todos los territorios del Imperio Romano". A continuación destaca la rampa, a la izquierda de la imagen superior, que se utilizaba para acceder a la cantera y que conserva a uno de sus lados una estructura que debió ser un puesto de control, aunque ésta no pudimos visitarla; y a la derecha, frente a la aguja está el frente donde comenzo la explotación en sus inicios desde en el siglo I a.C, "el frente escalonado resultado de la extracción continua, uno por uno, de los sillares. La extracción continua de bloques en profundidad acabó creando lo que es ahora el Clot".


Esta acción sobre el terreno ha creado un ambiente más sombrío en el interior del Clot donde se ha propiciado el crecimiento de una flora diferente al pinar que lo rodea, y en las paredes verticales se ha favorecido el asentamiento de una fauna diferente: murciélagos, azores, búhos, salamanquesas, etc. La cantera se estuvo explotando hasta mediado el siglo XX por lo que tuvo varios frentes abiertos, algunos descubiertos tras un incendio forestal en 2010 que dejó visibles estas nuevas zonas, y donde se pueden observar también la huella de los diferentes sistemas de extracción, desde los originales de zanjas y cuñas "zanjas cavadas con pico y cuñas para arrancar los bloques" hasta la irrupción de la pólvora. Existen a su vez varios bloques abandonados a medio cortar debido "a la existencia de abundantes cavidades kárticas formadas por la acción del agua en el interior de la roca" lo que no garantizaba la utilidad del bloque extraído.


En conjunto es un viaje extraordinario a través del tiempo y el espacio que nos permitió conocer un poco más el carácter de la sociedad romana y nuestro patrimonio a través de cuatro monumentos realmente singulares, un recorrido que os invito a realizar porque siempre se percibe más y mejor información en el lugar frente a las obras.



Para esta entrada he consultado además de la información que se ofrece al pie de los monumentos visitas, los siguientes libros:

Inventario artístico de Tarragona y su provincia, Liaño Martínez, Emma, Ministerio de Cultura, Madrid, 1983
Los Romanos, R.H. Barrow, Fondo de Cultura Económica, México, 1992.

Medallón (clípeo) representación de Júpiter-Ammón
Museo Arqueológico Nacional de Tarragona

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