Visitar el castillo de 
Fuensaldaña, a escasos 7 kilómetros de 
Valladolid, fue una pequeña odisea, de camino del castillo de 
Portillo hube de cruzar 
Valladolid en plena hora punta, pero valió la pena. 
Fuensaldaña es una de esas fortalezas que, como la de 
Aunqueospese, no tienen una finalidad defensiva, sino que se construyó como residencia señorial. Su construcción, dentro de la 
Escuela de Valladolid, tiene planta cuadrada con torreones circulares en las esquinas, con una potente torre del homenaje que solía tener una relación de altura con el lado central de la construcción, la de 
Fuensaldaña tiene una altura de 34 metros. La suya es una historia muy ligada a los personajes que lo construyeron y habitaron, y al parecer siempre estuvieron en el lugar equivocado, más que a los acontecimientos históricos.
El castillo se comenzó a construir a mediados del siglo XV por 
Alonso Pérez de Vivero, Contador Mayor del rey 
Juan II de Castilla, lo que venía a ser ministro de Hacienda en la actualidad. Este personaje se fue haciendo, mediante compras, con todos los terrenos señoriales de 
Fuensaldaña; tardó casi 20 años en conseguirlo e iniciar las obras en las que empleó a un grupo de moros cautivos de su propiedad, dirigidos por el maestro cantero 
Mohamad. 
Alonso Pérez estuvo inmerso en una conjura urdida por la reina 
Isabel de Portugal, mujer de 
Juan II, contra el todo poderoso condestable de 
Castilla, 
Don Álvaro de Luna, la conjura fue descubierta y el condestable ordenó su asesinato en 
Burgos en 1453; al parecer este asesinato fue causa de la caída y posterior ejecución del condestable.
Las obras del castillo las continuó su hijo y sucesor, 
Juan de Vivero, vizconde de 
Altamira. Este personaje fue famoso porque los futuros 
Reyes Católicos se casaron en 1469 en su palacio de 
Valladolid. El hecho tiene su enjundia toda vez que su hijo, 
Alfonso de Vivero, al estallar la guerra de sucesión tras la muerte de 
Enrique IV, entre
 Isabel la Católica y 
Juana la Beltraneja, tomó partido por la princesa 
Juana. Tras la victoria de 
Isabel, 
Alfonso es castigado y confiscado el castillo hasta que en 1480 consigue el perdón real y le es devuelta la propiedad. Sin embargo, poco después es acusado de asesinar a su esposa, doña 
Elvira de Quiñones y la fortaleza le es de nuevo confiscada y no la recuperará hasta 1490.
En poder de nuevo de los 
Vivero, en 1519, el hijo y sucesor de 
Alfonso,
 Juan de Vivero, es acusado también de matar a su esposa, doña 
Mencia Sarmiento que al parecer le engañaba con el alcaide del castillo, 
Gracián Astete, a quien apuñala y deja al borde de la muerte. La sentencia contra el celoso esposo y asesino no deja de ser singular:  "
...le prendan el cuerpo y preso le hagan subir encima de un asno e con soga de esparto a la garganta desnudo de la cinta arriba atadas las manos e con pregón público le sean dado cien azotes públicamente por las calles e lugares acostumbrados de la tal ciudad villa o lugar do ansi fuese preso lo cual ansi hecho le metan en un saco de cuero y encierren con el un can e un gato e una culebra e un ximio e cosan la boca de dicho saco y lo lancen a la mar o en el rio o pielago mas ondo que fuere mas cerca del dicho lugar donde se ejecute y este alli hasta que naturalmente muera". Por esta sentencia en 1520 es confiscado de nuevo el castillo. Pero poco después, ese mismo año, dentro de los hechos de la 
Guerra de las Comunidades, la fortaleza acoge a las tropas comuneras sin oponer resistencia, toda vez que al no ser una fortificación defensiva carecía de guarnición y apenas si contaba con media docena de defensores. En febrero de 1521 la 
Comunidad de Valladolid ordena su demolición, que afortunadamente no llegó a ejecutarse. Dos meses más tarde, el 23 de abril de ese año de 1521 las tropas comuneras, que habían salido del castillo de 
Torrelobatón, son derrotadas en 
Villalar.
En un salto en el tiempo, durante el cual el edificio se deteriora de forma progresiva y alarmante, ya en el siglo XIX el 
Marqués de Alcañices lo destina a labores agrícolas; y en el pasado siglo XX el edificio es comprado por la 
Diputación de Valladolid que lo restaura para albergar un parador de turismo, aunque una vez concluidas las obras se desecha la idea. Finalmente la 
Diputación lo cede en 1983 para acoger las 
Cortes de Castilla y León. Se realizan nuevas obras de reforma y el patio de armas se techa y pasa a ser el 
Hemiciclo. Lo reducido del edificio para tal institución, la falta de dependencias para despachos e infraestructuras -carece prácticamente de ascensores-, obliga finalmente a trasladar las cortes castellanoleonesas a 
Valladolid en 2007. Desde entonces la fortaleza se queda sin función alguna.
En la actualidad sólo tiene una función turística y celebración de actos culturales. El día que lo visité había una muestra de vestidos medievales y una curiosa e interesante recreación del cuadro 
Los desposorios de los Arnolfini, de 
Jan van Eyck, pintor que durante la primera mitad del XV anduvo por esas tierras. También es de destacar que durante última etapa del siglo XX las mujeres de la limpieza se quejaron de que por el edificio corrían las almas de las dos mujeres asesinadas por los 
Vivero, hecho insólito que añade a estas historias un tinte romántico. En definitiva, se pueden visitar prácticamente todas sus dependencias y recorrer el adarve en su totalidad, lo que no deja de ser emocionante, aunque no se pueda acceder a la torre del homenaje.
La guía de la visita guiada, me relató prácticamente todo lo que he contado aquí, pero he vuelto a recuperar mis fuentes con las que preparé la excursión, para la consulté sobre todo:
Castillos y Fortalezas de Castilla y León, 
Cobos Guerra, F. y Castro Fernández, J.J. de, editorial
 Edilesa, León, 1998.
Los castillos y fortalezas de Castilla y León, 
Martín Jiménez, Carlos M., editorial 
Ámbito, Valladolid, 2003.
Castillos de Castilla y León, 
Gutiérrez, J.M.,  
Edical, Valladolid, 2007.
También es interesante visitar 
http://galeon.com/castillofuensaldana/fuensaldana.html
 
Que podría comentar, uno de mis sueños es ir a visitar ese castillo, después de todo mi nombre es Juan de Vivero
ResponderEliminarGracias por leerlo Juan-Alberto, espero que te haya gustado y que consigas el propósito de visitarlo.
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