miércoles, 25 de septiembre de 2013

Hey Joe: Antonio Villagómez

Muchas tardes, cuando vuelve mi hijo a casa le saludo con un ¡Hey Joe! Y él sonríe. Quizá sea la única frase de una canción que utilizo de forma cotidiana. La canción es trepidante, triste y violenta. Seguramente no sea la más adecuada para saludar a nadie. Esta es una historia que a la vez es el cruce de caminos de dos historias que se difuminan en un solo sentido, en una misma acción: la violencia de género. Es difícil explicarlo y más aún intentar hacer compatibles dos historias.

"Hey Joe! ¿Dónde vas con esa pistola en la mano?" La primera vez que oí esta frase fue en la versión de Jimi Hendrix. Joe contesta que ha disparado sobre su vieja porque estaba tonteando con un tipo. Le pregunta de nuevo que qué va a hacer, que lo que ha hecho está muy mal. Joe contesta que no  está dispuesto a que lo ahorquen por ello y se va camino de México porque quiere ser libre: "Way down where I can be free".

Aquella tarde estuve buscando información para un artículo sobre la Dehesa de la Villa en la Hemeroteca Nacional. Necesitaba música enérgica para compensar el tedio de leer textos de hacía un siglo . Elegí Hey Joe! de un homenaje al propio Hendrix, con Steve Winwood, Mitch Mitchel, Billy Cox y los arpegios de la guitarra, para su mayor gloria, de Slash. Me encontré entonces con una noticia breve de agosto de 1907:

"Ayer se cometió un nuevo crimen de los llamados pasionalesUn sujeto llamado Antonio Villagómez, después de cuestionar con una mujer, asestó á ésta varias puñaladas, dejándola mal herida. El agresor fue detenido."

Cuando acabó el tema de Slash busqué una nueva versión de la canción. Seguí con las búsquedas de prensa y en otro periódico de ese día volví a encontrar la misma noticia, ahora algo más extensa; luego otra, hasta cinco crónicas diferentes, cada vez más amplias, del mismo suceso en distinto periódicos. La crónica más completa era ésta de El Imparcial:


LOS CRÍMENES DEL HAMPA

Una mujer herida

 En la calle de la Aduana, cerca de la esquina á la de la Montera, ocurrió ayer, próximamente á las siete de la tarde, un suceso sangriento.
 Una mujer de vida airada, llamada Juana Vicente Gallego, de mote “La del Perrero”, de dieciocho años de edad, fué gravemente herida por Antonio Villagómez Miranda, (a) “el Gallego”, natural del Barco de Valdeorras, de ventidos años y ladrón de oficio, pues ha extinguido dos condenas por hurto y siete quincenas.

Antecedentes

   Hará poco más de un mes que Antonio, en una de sus correrías nocturnas, conoció a Juana en la plaza del Progreso, punto frecuentado por el hampa madrileña día y noche.
   “El Gallego” entabló relaciones amorosas con esta mujer, escasamente agraciada y no buena moza.
   A los pocos días de vida común, Juana se cansó de sostener al “Gallego” y le reconvino para que le buscase trabajo ó la dejase en paz.
   El “ultimátum” se hizo muy duro para el “Gallego”, quien se negó á todo lo que fuese trabajar.
   Pocos días después, Juana rompió completamente sus relaciones con el haragán.

El crimen

   Ayer, sobre las cinco de la tarde, salió “la del Perrero” de su casa de la calle de los Irlandeses, número 13, acompañándola su amiga Maravilla López “la Maravilla”.
   Cuando juntas llegaron á la plaza del Progreso, cortóles el paso el desdeñado Antonio.
   Durante un corto trayecto fue Antonio acompañándolas y conversando con Juana, la excitó á que olvidara lo pasado y volviera á vivir con él.
   Juana se negó rotundamente á pesar de las insistencias del “Gallego”.
   En la Puerta del Sol Antonio abandonó á las mujeres, y éstas, siguiendo por la calle de la Montera, entraron en la de la Aduana.
   Instantes después fueron alcanzadas las mujeres por Antonio, quien encarándose de nuevo con Juana la insultó, poniéndola como ropa de pascua.
   Al replicarle Juana se arrojó Antonio sobre ella, armado de navaja, y sin que nadie pudiera evitarlo la infirió varias heridas.
   Luego intentó huir el criminal, pero un empleado de la Compañía madrileña del gas logró detenerle y entregarle al guardia de orden público, número 345, Valentín Germán.
   Mientras el criminal, á quien se ocupó el arma, era conducido a la comisaría del distrito del Centro, la lesionada fué conducida en un coche á la Casa de Socorro de la plaza Mayor.

En la Casa de Socorro

   El médico de guardia de este centro benéfico, Sr. Díaz y Leyda, reconoció detenidamente a la lesionada, apreciándola cuatro heridas incisas: una que le cruzaba la mejilla derecha hasta el globo de la nariz, que fue seccionado; otra que deja casi al descubierto el maxilar izquierdo; otra en el lado izquierdo del cuello, también muy extensa, y otra en la palma de la mano izquierda.
   Aunque las heridas son extensas, no son de tanta gravedad como en un principio se supuso, pues no han interesado ninguna arteria ni órgano importante.
   Su estado se calificó de pronóstico reservado.

Trabajos policiacos

   El inspector del distrito del Centro D. Ángel Ortega, que intervino en los sucesos desde los primeros momentos, interrogó á Juana cuando los médicos terminaron la cura.
   Juana, después de exponer los antecedentes arriba relatados, parece que dio del suceso una versión contraria á la de las demás personas que han  presenciado los hechos.
   Declaró que al acercársele Antonio en la plaza del Progreso, acompañaban a éste otros dos sujetos, también ladrones profesionales, conocidos por los apodos de “El Moreno” y “El Tramús”.
   Estos, según la declarante, excitaron al “Gallego” á que “sacudiera” dos “puñalás” á la Juana.
   -Yo, temiendo que me matara –añadió- le quité de un bolsillo de la americana un cuchillo.
   Cuando llegué á la calle de la Aduana y nos enredamos de palabras Antonio y yo, “El Moreno” me sujetó por detrás y “El Tramús” le dio una navaja, con la que me hirió.
   Según  nuestros informes sólo resulta comprobado de la declaración de Juana, lo que se refiere al cuchillo que quitó á su agresor, arma que es de grandes dimensiones.
   Juana, después de declarar, fue trasladada al Hospital Provincia en una camilla.

Lo que dice el “Gallego”

   Al ser interrogado en la comisaría el criminal, se confesó autor del crimen.
   Negó rotundamente que le acompañase amigo alguno, como había afirmado su víctima.
   Dijo que la agredió porque ella le amenazaba continuamente con darle escándalos para que le llevaran de “quincena”.
   -Esto me encolerizó –decía,- y no tuve más remedio que darla unos golpes para que se callase.
   Últimamente reconoció el cuchillo y la navaja como de su pertenencia.

Otras diligencias

   También declararon la “Maravilla”, el guardia número 345 y otras personas testigos del suceso, que no añadieron dato alguno que merezca referirse.
   La “Maravilla” parece que negó exactitud á lo declarado por Juana respecto a los supuestos acompañantes del agresor.

El Juzgado de Guardia

Tan pronto como se recibió aviso en la Casa de Canónigos, salió el juzgado de guardia, que lo era el de la Universidad, constituyéndose en la Casa de Socorro, donde se incoaron las correspondientes diligencias.

El criminal ingresó en las primeras horas de la noche en un calabozo del juzgado.

Acabé escuchando una versión de Franco Battiato, más relajada que todas las demás, con el trasfondo de la violencia. Ordenado de mi, fui cerrando los archivos de los periódicos y me propuse hacer el viaje de "La del Perrero" y reconstruir el paseo de la calle los Irlandeses a la calle de la Aduana.

La calle de Los Irlandeses, 13

La calle de los Irlandeses es una calle corta donde casi nunca dará el sol. Cuando disparé la última fotografía y levanté el ojo del visor de la cámara vi una mujer cerrando la puerta del número 13. Tendría unos setenta años, quizás alguno más. El pelo castaño teñido. Vestía un abrigo de lana beige. Se quedó quieta en la puerta, sin terminar de cerrarla. Al acercarme observé que tenía el ojo derecho lloroso, tiñoso como dicen en algunos lugares.
- ¿Vive usted aquí?
- Sí, claro.
- ¿Vive usted aquí desde hace mucho?
- ¡Oh, sí! Desde que era pequeña.
- ¿De cuándo es esta casa?
- No lo sé, del año 45, de 1943 o así. – Intenté explicarle por qué estaba interesado en saber la fecha de la construcción, pero ella sin dejarme hablar continuó- Primero hicieron la primera y la segunda planta el dueño. Luego en el año 45 mi padre, que había aprobado oposiciones en Icod de los Vinos en Canarias, nos vimos a vivir aquí porque el dueño había construido los dos pisos de arriba.
   Me contó que no sabía si había una casa anterior en aquel solar, además, si la hubo no fue destruida en la guerra -¡Qué va, qué cosas dice la gente. En la guerra! Mi madre vivía en la otra acera, en la misma calle y por eso nos vinimos a vivir aquí. Disculpe, -dijo sacando un pañuelo y limpiándose la nariz- se me cae la guinda, con el frío. -Siguió contando que su padre le regaló un gato pequeño que vivió con ellos veintiún años. Al sorprenderme de la edad del gato ella insistió –Sí, sí, lo cuidada un veterinario que vivía aquí mismo. 
Le di las gracias. Ella se marchó hacia la derecha, por donde yo había entrado, dirección a la calle Humilladero. Se paró junto a una pareja que venía con un perro cada uno. Acarició a los animales y les habló como si fuesen niños. Esperé a que se marchara. La pareja pasó junto a mí –Buenos días- nos saludamos. Cuando miré la anciana ya había desaparecido sin saber por dónde.

Llegué hasta la plaza del Progreso, que ahora es de Tirso de Molina, subí por Romanones, Carretas, Sol, Montera y Aduana, pero ya no había nada más que averiguar. Unos meses antes había muerto Mitch Mitchel que fue siempre el batería de Jimi Hendrix

La versión de Slash con Steve Winwood, Mitch Mitchel y Billy Cox en  http://www.youtube.com/watch?v=crdq2oYNaoc.
La versión de Franco Battiato en  http://www.youtube.com/watch?v=vHGbxrE32a8

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