Saliendo de
Ávila hacia el sur, para cruzar
Gredos, el camino natural es el puerto de
Menga, entre la sierra
Zapatera y la
Serrota hasta llegar al
Puerto del Pico. Desde allí hay una vista maravillosa en torno al fértil valle de las
Cinco Villas y la calzada romana que desciende serpeando hasta
Mombeltrán. Ahí comienza lo que se denomina la
Andalucía de Ávila, en el límite con la provincia de
Toledo. Hacia el oeste, a escasos 10 kilómetros se encuentra
Arenas de San Pedro y a 25
Candeleda, antesala de
La Vera,
Cáceres; hacia el este, a unos 50 kilómetros,
La Adrada. El clima frío y seco de
Ávila aquí se suaviza con cálidos veranos; las abundantes lluvias y los deshielos de primavera conforman un área rica tanto agrícola como ganadera.
En el castillo del
Condestable Dávalos o de la
Triste Condesa, que de ambas formas se conoce al castillo de
Arenas de San Pedro, se reflejan los vaivenes políticos acaecidos tras la muerte de
Enrique III, el turbulento reinado de
Juan II , la guerra civil con
Enrique IV e
Isabel I, hasta la consolidación del poder real con los
Reyes Católicos, época que plasma la lucha entre la alta nobleza y la monarquía absolutista en
Castilla durante todo el siglo XV, como resume
Marie-Claude Gerbet: "
Juan II y Enrique IV fueron dos monarcas autoritarios que, siguiendo el ejemplo de los tres Trastámara, no quisieron compartir el poder con una nobleza muy rica y poderosa, que ellos mismos habían fraguado, sino que prefirieron gobernar con un "favorito", que evidentemente procedía de la nobleza, pero que no compartía los puntos de vista de ésta. Los grandes nobles no aceptaron que se les excluyera del poder como "orden" ni se les apartara de los altos cargos, del gobierno y de esa fuente permanente de riqueza que entonces más que nunca era el rey".
El origen del castillo está vinculado a la concesión del señorío de Arenas a
Ruy López Dávalos en 1395 por el rey
Enrique III. Hacia 1400,
López Dávalos, C
ondestable de Castilla, comienza la construcción del castillo para garantizar su dominio sobre la vertiente sur de
Gredos, -también era señor de
La Adrada y
Candeleda donde poseía también fortalezas, además de las villas de
El Colmenar (hoy
Mombeltrán) y
La Puebla de Santiago de Arañuelo-. Las villas del señorío estarán obligadas entonces a entregar carretas de piedras, madera y carbón para la construcción y acondicionamiento de la fortaleza. Ésta se levantará a orillas del río
Arenal, sobre la roca y va a carecer de cimientos. Se construirá también el puente de
Aquelcabo que va a permitir controlar con facilidad una de las cañadas que conducen al
Puerto del Pico y
Puerto del Peón, y que será fuente de ingresos mediante el cobro del portazgo. El castillo, construido en el llano, comenta
Cooper: "
favorece su gran tamaño y el desarrollo de una planta regular; es un simple rectángulo con dos puertas sencillas de entrada, cubos en los ángulos, y una torre del homenaje en medio lienzo".
A la muerte de
Enrique III, el condestable apoya la causa de los
Infantes de Aragón que persiguen mantener los privilegios de la alta nobleza y su influencia sobre el sucesor al trono, el aún niño y futuro
Juan II. Frente a ellos estará el mismo rey y
Álvaro de Luna, defensores de una monarquía autoritaria. Derrotados los infantes
por
Álvaro de Luna,
López Dávalos se refugia en
Aragón y sus posesiones son distribuidas como botín de guerra. El castillo pasa a manos de
Rodrigo Alonso de Pimentel,
conde de Benavente, que en 1432 lo cedió en dote a su hija,
Juana, con motivo de su casamiento, precisamente con el valido del rey y nuevo
Condestable de Castilla,
Álvaro de Luna. En 1453 el condestable cae en desgracia, es juzgado sumariamente, condenado y ejecutado en
Valladolid. Tras la ejecución del valido, y obsesionado con la riqueza que éste había acumulado, el rey devuelve a la viuda,
Juana de Pimentel, parte de las posesiones a cambio de dos tercios del tesoro que creía estaba escondido en el castillo de
Escalona. Entre otras posesiones a la viuda le retornan la villa de
Arenas con su castillo, donde se refugia junto a su hija
María de Luna y su nieta
Juana, heredera de su hijo
Juan de Luna. Pero el rey sobrevive poco tiempo a su valido y muere al año siguiente, en 1454 sucediendole
Enrique IV.
Enrique IV dejará también el gobierno del reino en manos de validos, lo que propiciará el enfrentamiento con la alta nobleza que no está dispuesta a soportar un nuevo
Álvaro de Luna. Las disputas entre la alta nobleza y la nueva nobleza forjada por funcionarios, pequeños nobles y clientes del soberano, generará la formación de varios grupos nobiliarios que lucharán entre sí, y cambiarán de bando en función siempre de sus propios intereses.
Durante los primeros años de reinado de
Enrique IV el valido es
Juan Pacheco,
Marqués de Villena.
Pacheco había entrado en la corte como paje de la mano de
Álvaro de Luna, y ambicionaba tanto el poder como las posesiones de éste, por lo que pretende forzar el casamiento su hijo,
Diego López Pacheco,
con la hija de aquél y
Juana de Pimentel,
María de Luna. Pero
Juana se negó a esta boda, ya tenía elegido pretendiente para casar a su hija, a
Íñigo López de Mendoza, hijo del
Marqués de Santillana y desde 1475
Duque del Infantado,
Diego Hurtado de Mendoza enemigo enfrentado a
Juan Pacheco.
Ante la negativa de
Juana al casamiento,
Pacheco cerca el castillo.
Juana, que ya en sus cartas al rey encabezaba con un "
Yo, la Triste condesa, Juana de Pimentel", resistió el cerco y pidió ayuda al
Marqués de Santillana a quien solicitó a la vez que enviase a su hijo
Íñigo a
Arenas. Éste, disfrazado de mercader, burló el cerco y escalando el lienzo de la muralla por la parte del río, se introduce en el castillo, se casa con
María y consuma el matrimonio esa misma noche. El rey, que había recibido presiones de
Pacheco para forzar el matrimonio de su hijo con
María, requiere a
Juana para que acceda a dicho matrimonio,a lo que ésta contestó que “
su hija se había casado con el primogénito de Mendoza, que estaba preñada y de esta manera figurábase que no la querría el de Villena para mujer de su hijo”.
Juan Pacheco consigue, no obstante, que en abril de 1461 le sean confiscados todos los bienes a la
Triste Condesa. Ésta, con el apoyo de los
Mendoza resiste y pone en armas a las gentes y fortalezas de
Arenas y
La Adrada contra la orden real. A pesar de su resistencia perderá la villa y el castillo; es obligada a ceder la custodia de su nieta
Juana, y siendo ésta una niña la casarán con el hijo del de
Villena,
Diego López Pacheco. El rey muere en 1474 y al año siguiente, en 1475
Juana de Pimentel, la
Triste Condesa, una vez rehabilitado su esposo por los
Reyes Católicos, recupera sus posesiones y deja el castillo, mediante testamento en 1484, a su hija
María. El castillo, de esta forma, no llegó a caer en manos de los de
Villena y siguió perteneciendo a la casa de los
Mendoza.
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Armadura - Museo Lázaro Galdiano |
La fortaleza fue propiedad de los
Mendoza hasta la
Guerra de la Independencia; en estas fechas es destruido su interior y, desde 1812, se destina a prisión, almacén y cementerio hasta que en 1835 pasa a ser propiedad del
duque de Pastrana quien lo cede, a cambio de una fanega de trigo anual, al municipio. Según el profesor
Eduardo Tejero, el castillo en 1812 se destina a cementerio y en 1849 se presenta un proyecto para convertirlo en prisión. El edificio, propiedad del duque del
Infantado, lo cederá éste en 1853 al municipio y tras varias reformas en 1867 la reina
Isabel II ordena informar sobre su estado y es reformado de nuevo "
resultando cárcel en perfecta sintonía con el castillo, creando un conjunto que muchos creyeron medieval y que se conoció como casa de los Picos", y a tal uso se destinó hasta 1961. En la actualidad es de propiedad municipal y lo destina a festejos y actos culturales.
Para esta entrada he consultado y reproducido extractos de los siguientes libros:
Castillos de Segovia y Ávila,
Bernad Remón, Javier, Ed. Lancia, 1990.
Los castillos y fortalezas de Castilla y León,
Martín Jiménez, Carlos M.,
Ed. Ámbito.
Historia de Avila. III Edad Media (Siglos XIV-XV).
Luis López, Carmelo, Institución Gran Duque de Alba, Ávila 2006.
Castilla y León. Castillos y fortalezas,
Cobos Guerra, F. y Castro Fernández, J.J. de, Ed. Edilesa, León, 1998
Las noblezas españolas en la Edad Media Siglos XI-XV,
Gerbet, Marie-Claude, Alianza Universidad. Madrid 1997.
Castillos Señoriales en la Corona de Castilla,
Cooper, Edward, Universidad de Salamanca, Salamanca, 1991.
Castillos de Ávila,
Museo de Ávila, Ávila, 1989.
Castillos de España, Revista de la Asoc. Española de Amigos de los Castillos, nº 130.
Cardiñanos Bardeci, Inocencio, Madrid 2003.
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