Pared del Instituto La Paloma junto al parque de la Dehesa de la Villa. Un grupo de vecinos charla sentados en un banco a la sombra del cedral. Entre las piernas del grupo se enredan las correas de varios perros que juegan a perseguirse. Uno de los dueños acaricia a un pastor alemán, un perro lustroso que tiene atado un pañuelo rojo al cuello. Vuelvo sobre mis pasos.
- Perdonen –me miran todos a la vez- Perdonen que sea indiscreto, pero
me preguntaba, por qué lleva el perro puesto el pañuelo rojo.
- Bueno, -responde el dueño, un hombre joven y alto, de unos cuarenta años- Pues
se lo vi a un amigo que se lo había puesto a su perro, uno parecido, un pañuelo de esos
rojos y blancos como el que llevan los hippies (imagine que se refería a un kuffiyah o palestino). Este era aún un cachorro, no tendría un año cuando se lo
puse. Ahora no puede salir sin él, es como su seña de identidad.
Le sonrío y
me contesta con otra sonrisa cuando le digo que ya he visto a otros perros con un pañuelo
similar.
- En el barrio sólo está él. No hay otro. Fíjate -añade
quitándole el pañuelo al perro por la cabeza. El animal, después de estar un rato quieto, se acerca al dueño y busca con
el hocico que vuelva a colocarle el pañuelo. El resto de acompañantes asienten satisfechos de la breve demostración.
-¡Ves!, se siente como desnudo sin el pañuelo -me dice poniéndole en pañuelo otra vez al perro.
-¡Ves!, se siente como desnudo sin el pañuelo -me dice poniéndole en pañuelo otra vez al perro.
- Es como si fuese a los Sanfermines ¡Es un perro navarro! - añade un acompañante y todo el grupo ríe con una carcajada la ocurrencia.
- Eso -dice- igual..., más o menos -y suelta otra risotada-. ¡Vamos Goku! -le dice al perro.