viernes, 14 de noviembre de 2014

Soria: paseo por el románico soriano

Arco califal - Castillo de Gormaz
Hace 15 años subí al castillo de Gormaz en una visita sin planificar y nunca pensé que volvería a los restos de la fortaleza más grande de la Europa medieval. Desde allí se contempla el discurrir lento del Duero entre chopos y campos labrados; esta vez volví para visitar no sólo sus castillos, sino el románico de Soria obras que ha perdurado, como la fortaleza, más de 900 años en el silencio que envuelve estos pueblos prácticamente deshabitados.

San Pedro - Soria
Casi todas la iglesias que visité han sufrido reformas e intervenciones posmedievales, y ninguna mantiene su estructura original aunque fachadas, pórticos, ábsides y claustros de bellísima factura guardan en su totalidad el esplendor y la expresividad que el cantero les diera; y tampoco pude entrar en todas ellas, con lo que me perdí algunas imágenes, pinturas, capiteles y retablos de su interior. Son los restos de la historia que se inicia con la toma de la fortaleza de Gormaz por Fernando I de Castilla en 1060 que "conquista toda la extremadura soriana llegando hasta tierras de Guadalajara". El itinerario, muy denso, se vio frustrado en parte, por los caprichos del cambio de hora y haber hecho parte del viaje en día festivo.

San Miguel - Almazán
La primera parada del viaje fue Almazán, ciudad que aún conserva parte de la muralla y la espléndida puerta de Herreros. A través de se llega hasta la plaza Mayor donde se encuentra, de espaldas al Duero y frente al palacio de los Hurtado Mendoza, la iglesia de San Miguel, del siglo XII, cuya singularidad  más destacable es una esbelta torre octogonal. Subiendo la calle que sale del palacio se llega a la iglesia de San Vicente, del mismo siglo y de la que sólo perdura el ábside y las arquerías interiores, y aunque hoy se utiliza como sala de cultura, siendo festivo no pude visitar el interior.

Santo Domingo - Soria
Desde Almazán llegué a Soria a mediodía. Buscando un lugar para comer me encontré con la iglesia de Santo Domingo, de una belleza increíble. De finales del siglo XII se construyó sobre una anterior en honor a Santo Tomé. Tiene la portada con cuatro arquivoltas  donde se narran escenas del Apocalipsis, la matanza de los Inocentes, el nacimiento y vida Jesús, y la Pasión. Se le conoce como "la Biblia en piedra".El edificio se reformó en gran parte en el siglo XVI. En el exterior, en la acera, hay una placa con versos de Machado: "En Santo Domingo / la misa mayor. / Aunque me decían / hereje y masón / rezando contigo / ¡Cuánta devoción!".

San Juan de Duero - Soria
Después de la comida un paseo frente al palacio renacentista de los Condes de Gomara hasta llegar al Duero. Cruzando el río, a la izquierda, descansa el espléndido claustro de San Juan de Duero. Fundado por monjes Hospitalarios llegados de Tierra Santa en el siglo XII, se construyó el claustro con una exquisita mezcla de influencias románicas y orientales: "arcos de medio punto, ojivales, entrelazados, secantes, califales componen una sinfonía de arte medieval". Tiene también una pequeña iglesia en cuyo interior hay dos templetes de bellos capiteles con escenas fantásticas y bíblicas.

San Saturio - Soria
Siguiendo el curso del río se llega primero a San Polo donde quedan restos de un supuesto cenobio templario, y después, bajo una lluvia mansa de otoño: San Saturio, paseando junto a la ribera del río que cantara Machado: "He vuelto a ver los álamos dorados, / álamos del camino en la ribera / del Duero, entre San Polo y San Saturio, / tras las murallas viejas / de Soria -barbacana / hacia Aragón, en castellana tierra-." Después de visitar la gruta del ermitaño vuelta a la ciudad, por la otra orilla del río, de nuevo bajo la amenaza de la lluvia, para la última visita: San Pedro.

San Pedro - Soria
En la actual Concatedral de San Pedro. sólo queda del antiguo edifico románico un extraordinario claustro de "líneas puras y capiteles historiados" al que se accede desde el templo de poderosas columnas góticas construido en el XVI . El paseo por el claustro, donde se yergue un hermoso ciprés, fue un evocador tránsito por el silencio y la lenta lectura de unos capiteles bellamente tallados, lectura que sólo interrumpió el repicar de las campanas y con el graznido de una pareja de cuervos que parecían habitar en las sombras de la galería. Señalar que es el único lugar donde hay que pagar entrada, aunque sin lugar a dudas, bien mereció la pena.

San Juan de Rabaneda - Soria
A la mañana siguiente un pequeño paseo para visitar el olmo seco y partido, al que también cantara Machado, y la tumba de Leonor y desorientado hube de preguntar a un peatón para llegar al siguiente destino: "Baje después -me dijo-, donde está San Juan de Rabanera, mi ojo derecho; cuando se marche a recorrer la provincia no olviden visitar Andaluz, San Baudelio, ¡cómo no! y la iglesia de Gormaz, al pie del castillo que, aunque estará cerrada, miren por si acaso estuviese abierta, tiene unas hermosas pinturas". Después de la visita al olmo y al cementerio llegué a San Juan de Rabaneda que destaca por tener un ábside espectacular de dos ventanas y una portada "perteneciente anteriormente a la ahora arruinada iglesia de San Nicolás". Las escenas de los capiteles del exterior, más expuestos a la lluvia y el frío, comienzan a deteriorarse. Es de admirar algunas figuras de los canecillos del ábside. Junto a la entrada hay unos versos de Gerardo Diego: "Ay, San Juan de Rabanera, / si yo robarte pudiera".

San Miguel Arcángel - Andaluz 

Desde allí, y siguiendo la indicación del peatón, tomé camino a Andaluz tras una breve parada en Calatañazor  que mereció un paseo por su castillo y para contemplar las construcciones que aún mantienen su aspecto mediveal. En una de las plazuela y donde han erigido un busto a Almanzor, recordando la derrota que acabó con su vida. Andaluz es un pueblo pequeño al que se llega por un puente romano, tan pequeño que no tiene bar y sin embargo fue la primera villa con Fueros de Castilla. En la parte alta está la iglesia de San Miguel Arcángel, consagrada a principios del siglo XII (año de 1.114). También ésta ha sufrido varias reformas postmedievales, pero conserva una espléndida galería porticada de bella excepcional, tanto los capiteles como los canecillos que aún conserva. Según la información que hay junto a la iglesia el pórtico debió construirse un siglo después de terminado el edificio.

San Baudelio - Casillas de Berlanga
Hecha esta visita, y sin poder tomar un tentempié, salí hacia Berlanga de Duero. Fue providencial: llegar y ver la impresionante Colegiata, porque sólo se abre a las horas de culto: Después de esta visita dejé para la tarde subir al castillo, y salí hacia Casillas de Berlanga donde esperaba San Baudelio.

"El santuario de Casillas de Berlanga tiene un aspecto humilde, casi desangelado en medio del paisaje sobrio. Diríase que ha seguido a pie juntillas la tradición de la casa del moro, un "por fuera nada y por dentro un tesoro". Y así es, un edificio sorprendente, una ermita del finales del X o principios del XI que parece una pequeña mezquita, "uno de los ejemplares más importantes de la herencia mozárabe en España", aunque sufriera uno de los episodios más tristes de nuestra historia cultural, la venta de sus pinturas en 1926 a un museo de EE.UU. El edifico tiene una pequeña sala de columnas que no deja de sorprender por su armonía, además conserva aún restos de los frescos mozárabes y románicos. Recordé que antes de salir de San Saturio una empleada me recitó un poema de Gerardo Diego: "-Que no / -Sí, madre que sí / que yo los vi. / Cuatro elefantes / a la sombra de una palma. / Los elefantes gigantes / -¿Y la palma? / -Pequeñita. / -¿Y qué más? / -¿Un quiosco de malaquita? / Y una ermita / -Una patraña, / tu ermita y tus elefantes. / Ya sería una cabaña / con ovejas transhumantes. / -No. Más bien una mezquita / tan chiquita. / La palma / me llevó el alma. / - Fue sólo un sueño / hijo mío. / Que no, que estaban allí / yo los vi, / los elefantes. / Ya no están y estaban antes. / (Y se los llevó un judío, / perfil de maravedí)" Es, en realidad, un ensueño.

San Miguel - Caltojar
Siguiendo la carretera hacia el sur se llega a Caltojar donde está la espléndida iglesia románica de San Miguel Arcángel que ha sufrido, al igual que las de Soria, reformas posteriores ha llegado hasta nosotros su portada sur, que describe el texto turístico: "una monumental portada se adelanta mediante un antecuerpo, decorado en cornisa con canecillos de rollo. Cuatro arquivoltas de medio punto articulan el vano abocinado, ornamentadas con boceles y medias cañas, excepto la exterior que presenta una llamativa decoración con desarrollado junquillo en zig-zag", aunque la mayor singularidad es el tímpano de arco de medio punto, sin parteluz, en el que se representa en bajorrelieve al santo titular del templo.

Castillo - Berlanga de Duero
Continué el viaje hasta Rello para visitar los restos del castillo y el conjunto de la población aún amurallada. Desde allí vuelta a Berlanga de Duero para comer y visitar su castillo. Durante la comida entablé conversación con los vecinos de mesa, toda una satisfacción haberlo hecho pues eran los propietarios y valedores del Centro Internacional de Cultura Escolar (CEINCE), institución dedicada a interpretación y la memoria de la cultura de la escuela, un maravilloso lugar ubicado en la casa natal de Juan Bravo, lugar de obligada visita para estudiosos y personas interesadas en la enseñanza y su divulgación.

Ermita San Miguel de Gormaz
Esta visita restó tiempo a otras, toda vez que ese día se recortaba la luz en una hora y después de visitar el castillo y la magnífica muralla defensiva, me dirigí hacia Gormaz donde me esperaba la fortaleza musulmana y la Ermita de San Miguel que, aunque sabía que estaría cerrada como predijo el paseante de Soria frente al olmo de Machado,, bien valía la pena dedicarle unos minutos. De allí tomé camino hacia Burgo de Osma para hacer noche. Atrás quedaron sin visitar, por el cambio de hora, los templos románicos de Bordecorex y Aguilera.


Tras el desayuno en Burgo de Osma partí hacia el cercano castillo de Osma, con su peculiar torre pentagonal, y desde allí, de nuevo hacia el sur dirección La Rasa para llegar a Caracena, pero el trayecto se complicó por obras en la carretera y me hicieron desviar dando un rodeo por Vilde, que tuvo como interés saber que aquellas tierras vieron el destierro del Cid Campeador y acogieron a Per Abbat, autor o copista del Poema de Mío Cid, y tras ese rodeo, pensando en estos personajes y esquivando algún ciervo, llegué al destino con una hora de retraso.

San Pedro - Caracena
Caracena ha sido la parada que más me ha cautivado. El pueblo, que mantiene su estructura medieval, conserva el rollo jurisdiccional o picota; la Casa de las Tierras, lugar donde se pernoctaban los representantes de aldeas vecinas para hacer las juntas que está frente al ábside de canecillos primorosos de San Pedro, iglesia que tiene en su puerta sur una galería porticada de bellísimos capiteles; en las afueras, junto a la otra iglesia, la de Santa María, ambas del siglo XII aunque ésta de menor belleza, están los restos de un fortín adosado a la muralla desaparecida que defendía la población, y a sus pies el puente medieval. Siguiendo un camino que sale desde la puerta sur de San Pedro se llega al castillo que fue testigo de las luchas de poder entre Isabel La Católica y Juana La Beltraneja. Quizá lo más entrañable fue el almuerzo y oír la conversación de un pequeño grupo de pastores sobre sus ovejas y la fabricación de quesos.

San Miguel - San Esteban de Gormaz
A mediodía salí hacia San Esteban de Gormaz por una carretera nueva que tiene acceso desde cerca de Tiermes, camino más confortable que el de ida, aunque no tenía el encanto  del paisaje de la ribera del río Caracena. Más conocida en la actualidad, quizá porque está en la carretera entre Aranda de Duero y Soria, son los restos de la muralla de castillo musulmán los que dominan San Esteban de Gormaz , población que cuenta con dos de las más hermosas iglesias románicas de la provincia.
La primera que visité fue la de San Miguel, en la parte alta y bajando a escasos metros Nuestra Señora del Rivero; ambas tienen espléndidas galerías porticadas de columnas más robustas que las vista hasta entonces. A ambas se accede por una escalera; la primera, la de San Miguel, tiene un conjunto de canecillos excepcional.  De entre los capiteles de ambas, me llamó la atención la representación de la serpiente, que encarna el mal en el bestiario medieval, y que debe ser derrotada por el bien, en este caso encarnado por Cristo o por la Virgen.

Ntra Sra. Rivero - S. Esteban de Gormaz
En San Esteban de Gormaz di por terminada la excursión por el románico soriano, si bien se quedaron iglesias, torreones y castillos por visitar y sobre los que volver para profundizar en cada uno de los monumentos que visité. El espacio de esta entrada, de por sí demasiado extensa. no me lo permite aunque no descarto volver a alguno de estos pueblos para comprender y ampliar mejor sus monumentos, su historia y sus gentes. Desde aquí partí a la cercana Ayllón, en Segovia, para concluir el viaje unas horas después en Madrid.

Río Duero - Soria

viernes, 7 de noviembre de 2014

Monique de Roux: Dibujos


Cuando publique esta entrada seguro que la exposición de dibujos de Monique De Roux, en la galería Pelayo47, ya se ha clausurado, pero es igual, llegué tarde para verla y tarde subo la entrada. Y es que hay exposiciones gratificantes y plagadas de belleza, como ésta, en las que uno se encuentra libre y merecen la pena reseñar aunque quien lea la entrada ya no pueda ver la muestra. Y subo la entrada porque las obras de De Roux me traen esos recuerdos que ya creía olvidados; recuerdos cargados de luz y de imágenes rescatadas de un pasado tan lejano que a duras penas nos recuerdan que una vez fuimos niños, y nos trae ese tiempo en que veíamos los objetos, las personas y el aire que los envolvía de una manera que ya difícilmente, con el paso de tantos años, volvamos a percibir. Son estas sensaciones cargadas de pureza las que rescata esta pequeña muestra, entre otras cosas, simplemente, porque el artista se presta a ello.

Los movimientos sin esfuerzo que captura De Roux, rostros tiernos, la quietud de sus personajes que semejan a veces las poses tranquilas de Gauguin, o esas bacantes que fluyen y gravitan con la fuerza y el vigor de Picasso, se confunden otras veces con los rostros bondadosos y cándidos de Botero. Cielos glaucos del otoño al atardecer, de azul turquesa, frutas maduras en un regazo, miradas inocentes de adolescencia; los movimientos retenidos en la pupila infantil que nunca desaparecerán; el descanso después del juego agotador y el perro que brinca y se recoge a nuestros pies.

Son imágenes henchidas de sosiego, y todo, casi todo, de un solo color, apenas esbozadas las sobras por el lápiz y una tenue aguada de acuarela, el azul de un cielo vespertino, el monte lejano sin formas y un prado sin color. Son escenas de niñez que aún nos permiten oler la hierba y el membrillo recién cortado; oír las risas de niños entre voces de adultos y revivir las carreras y los juegos infantiles a la luz de luna y el esfuerzo que hicimos para ganar la meta, sin más recompensa que una sonrisa, una mirada, o un sabor lejano, como evocara Proust, a recuerdos de desayunos en el pueblo que una vez habitáramos, los aires puros, los amaneceres límpidos, el olor a piel infantil, la voz de aquel amigo y el plácido arrullo que llegaba desde el palomar.

Y muchas veces nos preguntamos, en torno al artista, el porqué del dibujo inacabado, ¿qué causa o qué razón hay detrás de esos colores tan sólo esbozados? ¿El hartazgo de contar una historia sin destinatario? Quizá sea que el recuerdo no tiene color, solo formas y con un pequeño matiz, una simple pincelada de color sea suficiente para traernos a la memoria todas las escenas que vivimos una tarde, un día, o un verano bajo una sombrilla al abrigo del sol del mediodía, en un rincón de la casa de campo, durante la siesta o en las noches cálidas iluminadas por una tenue luna, y baste ese toque de color para evocar todas estas pequeñas cosas con una sola pincelada.

Dibujos, de Monique de Roux, en la Galería Pelayo47, en la calle Pelayo, 47 de Madrid.