miércoles, 25 de diciembre de 2013

San Martin de Tours

Iglesia de San Martín de Valladolid obra de Antonio Tomé (1721). De la primitiva
 iglesia (Sg. XIII) sólo queda la torre el templo fue derribado y reconstruido en 1621

Hay en Ávila, en la Casa de la Misericordia junto a la puerta de El Peso de la Harina, en el lienzo este de la muralla, una escultura de San Martín partiendo su capa con un pobre. Está esculpida en granito, una piedra que es poco agradecida para la escultura, pero en este caso el resultado es formidable. Siempre me ha gustado la iconografía de San Martín, no hay ciudad castellana que no tenga una. De memoria recuerdo otra interesante, aunque en un lugar menos vistoso, en Segovia, dos más pequeñas, una en cada entrada en la iglesia ala que da nombre en Salamanca, y otra más pequeña aún en Palencia. Pero lo más interesante es la historia que ha inspirado la iconografía del santo, su gesto humano y solidario que merece la pena recordar. La historia, aunque es bien sabida, me encantó volver a oírla a una guía en la visita que hice a la iglesia de San Martín de Tours en Gaceo (Álava).

Imagen de San Martín en la Casa de la Misericordia de Ávila
Martín era un soldado romano que vivió en el siglo IV. Santo muy venerado en el Camino de Santiago, como santo hospitalario que es, y bajo cuya protección se encomiendan los peregrinos que van a Compostela. A las afueras de Aimens (Francia) donde estaba destinado el Martín soldado, se encontró éste, durante un día frío de tormenta, a un mendigo tiritando medio desnudo. Martín cortó su capa en dos y le dio la mitad al mendigo para que se abrigase. ¿Por qué le dio sólo la mitad de la capa? Porque la mitad era suya y la otra mitad era propiedad del ejército imperial romano. Siguiendo la tradición de la historia, a la noche siguiente se le apareció Cristo a Martín llevando en las manos la mitad de la capa que había entregado al mendigo para agradecerle su gesto.Tras la aparición Martín dejó el ejército, se convirtió al cristianismo alcanzando años más tarde el cargo de obispo de Tours (Francia).

Otras imágenes de San Martín que podéis encontrar en otras ciudades.

Imagen deteriorada de San Martín en una hornacina en la pared del convento
de las Agustinas Recoletas de Palencia (Siglo XVII)
Tímpano del Monasterio de Santa María (Siglo XVI)
San Martín de Castañeda (Zamora)
San Martín. Imagen policromada
 Iglesia de San Martín (Madrid)
San Martín en Monasterio San Martiño Pinario
 Plaza de la Inmaculada (Santiago de Compostela)
San Martín en Monasterio San Martiño Pinaro
 Plaza San Martiño Pinaro (Santiago de Compostela)
San Martín en la calle San Frutos (Segovia)


Iglesia de San Martín en la calle Quintana (Salamanca)
Iglesia de San Martín en plaza del Corrillo (Salamanca)
San Martín en la Iglesia San Martín Obispo y San Antonio Abad
copia del original 
(Siglo XV) de Peter de Beckere en San Pio V (Valencia)

viernes, 20 de diciembre de 2013

Miguel Sobrino: Monasterios

En Retiendas, Guadalajara, está el monasterio cisterciense de Bonaval, en puro estado de ruina. Para llegar hasta él hay que hacer un recorrido a pie de unos 3 kilómetros por el valle del río Jarama. Cuando llegué allí me encontré que estaba ocupado por un grupo de actores, cámaras y todo un campamento de cine en pleno rodaje. Lo que fue un monasterio fundado en el siglo XII y citado en el Libro de Buen Amor, ahora se había convertido en un plató donde los actores y demás personal se paseaban entre las piedras esparcidas que servían de apoyo y asientos improvisados. Desamortizado por Mendizábal en 1821, fue abandonado por los monjes y el edificio pasó a ser propiedad de los habitantes del pueblo.

Hace unos días presentaba Miguel Sobrino su libro Monasterios en la Escuela de Arquitectos de Madrid, y me vino a la cabeza este viaje por la Sierra Negra de Ocejón. Como ya había leído su anterior libro, Catedrales, escrito de forma sencilla y amena, no era difícil imaginar que el autor siguiera esa misma línea de claridad como es en efecto.

El libro y la presentación se inicia con una introducción del monacato en España en época visigoda y termina prácticamente la actualidad. En este trayecto de siglos va desgranando la presencia y la función del monasterio desde la modificación del paisaje, al componente social, cultural, económico y, claro está, arquitectónico. Nos introduce con los primeros ermitaños en cuevas y abrigos para emerger al exterior con construcciones cada vez más complejas hasta convertirse en verdaderos palacios como El Escorial. Son el eje que conformarán nuevas rutas y caminos; iremos viendo el tránsito de construcciones austeras a dependencias palaciegas destinadas al servicio de la nobleza enclaustrada. Un recorrido preciso sin olvidar el componente social y económico: los monasterios de hombres y los monasterios de mujeres, las órdenes religiosas y sus normas.

Casi al principio nos plantea una pregunta ¿Por qué el ermitaño, el monje, que tiene como fin una vida en solitario se ve obligado a someterse a una vida comunitaria? El retiro y la oración acaban influyendo en lo espiritual, en la política y la cultura. ¿Qué lleva a una asociación que predica la pobreza a encerrarse en edificios cada vez más ricos y opulentos?  No sólo va respondiendo a estas preguntas aparentemente sencillas, sino también a cómo han evolucionando estas comunidades, los edificios y los estilos arquitectónicos y cómo se ha intervenido en ellos en diferentes épocas, un paseo por la historia del Cister a los Cartujos, del prerrománico a la época moderna, de constructores anónimos a la maestría de Juan Herrera, Juanelo Turriano y Sáinz de Oiza; de su influencia espiritual sobre el pueblo llano a ser confesores del Emperador; o el tránsito de la celda humilde de San Pedro de Alcántara a construcciones tan complejas como El Escorial o San Juan de los Reyes en Toledo.

La obra no debe haber sido sencilla llevarla a cabo. Si para su anterior libro, dedicado a las catedrales, no tuvo más que seleccionar unas de entre las más significativas, entre los monasterios es tal la cantidad de edificios dispersos en el tiempo y en el espacio que sólo su selección ha debido ser tarea inimaginable, e ingente, porque se trata de un libro ilustrado con más de 500 dibujos del propio autor, de edificios y su entorno, elementos arquitectónicos, esculturas, personajes y recreaciones de cómo debieron ser algunos de los que hoy sólo quedan ruinas. Una labor ardua, sistemática y metódica que culmina con un resultado extraordinario, claro y ameno, porque no se trata de enumerar edificio, lugares y fechas, sino que a la rigurosidad del docente, une la pasión del artista y del amante del saber, algo difícil de compaginar y, aún más complicado, saber transmitírselo al lector.

Miguel Sobrino es, según sus palabras, dibujante y escultor, además imparte clases en varias universidades entre ellas en la Escuela de Arquitectura de Madrid.

De izquierda a derecha, Javier Ortega, profesor de la Escuela de Arquitectura;
Luis Maldonado, director de la Escuela de Arquitectura;  y Miguel Sobrino.

Monasterios.  Las biografías desconocidas de los cenobios de España, en La Esfera de los Libros.

viernes, 29 de noviembre de 2013

Blas de Lezo


Paseando por la avenida del Puerto en Cádiz, en unos jardines o en el paseo ajardinado de Canalejas, descubrí la estatua de Blas de Lezo. Su perfil es inconfundible: pierna de palo, vestido del siglo XVIII, enarbola la espada en la mano izquierda -el brazo derecho lo tenía inmovilizado por un balazo que recibió durante el bloqueo y asedio de Barcelona en 1713-1714-.  En la lápida del plinto de la estatua se puede leer: 

Cádiz rinde homenaje y recuerda a un hombre olvidado que partió de su puerto en febrero de 1737 para defender Cartagena de Indias, ciudad hermana, y salvar un imperio. 
Con solo 6 buques y 2.830 hombres, su ingenio y valentía, hizo que Inglaterra, con 195 buques y más de 30.000 hombres sufriera la mayor derrota y humillación de la historia de aquel país, prohibiendo el rey de Inglaterra hablar de dicha batalla bajo pena de muerte.

"... Para venir a Cartagena es necesario que el rey de Inglaterra construya otra escuadra mayor, porque ésta sólo ha quedado para conducir carbón de Irlanda a Londres, lo cual les hubiera sido mejor que emprender una conquista que no pueden conseguir".

En la parte delantera del plinto hay otra lápida: 

Blas de Lezo 1689-1741 "... dile a mis hijos que morí como un buen vasco amando y defendiendo la integridad de España y del Imperio, gracias por todo lo que me has dado mujer (...) ¡Fuego! ¡Fuego! ¡Fuego!"


Busto de Blas de Lezo en la fachada de la Diputación Foral de Guipúzcoa
de San Sebastián

Durante los días de noviembre de 2013 hasta mediado enero de 2014, se pudo ver un exposición en el Museo Naval de Madrid sobre la figura de Blas de Lezo, marino del siglo XVIII del quien curiosa e injustamente se pierde el rastro en la historia de nuestro país. Había leído sobre él por los trabajos que me encargaba el profesor Antonio Lafuente, investigador del CSIC, sobre la figura de otro gran marino, Jorge Juan, aunque éstos eran sobre física, construcción naval y astronomía de la Ilustración en España. En el tríptico de la exposición, Blas de Lezo, el valor de mediohombre, se hace una breve reseña de la trayectoria militar de Lezo:

Blas de Lezo nació en Pasajes de San Pedro, Guipúzcoa, en 1689. Ingresa en la Marina con 15 años y destaca pronto por su valor en la Guerra de Sucesión donde se forjará como militar. Participará en los principales episodios del conflicto: la batalla de Vélez-Málaga (1704), el socorro a las ciudades de Palermo y Peñíscola y los sitios de Barcelona (1706 y 1714) y de Tolón (1707). Con sólo 23 años asciende a capitán de navío y a los 25 era cojo, tuerto y manco por las heridas sufridas en combate, lo que le valdrá el apodo de Mediohombre.

Retrato de Blas de Lezo en el Museo Naval de Madrid

Tras la Guerra de Sucesión, donde se dilucidaba también la influencia de Inglaterra y Francia en el panorama internacional, en la que ambas eran potencias en ascenso, intentan imponer cada uno su pretendiente en el trono vacante de España tras la muerte de Carlos II sin sucesión. Francia gana el pulso y el trono lo ocupa Felipe V, el primer Borbón. Tras la contienda se firma el Tratado de Utrech por el que España cede, entre otras plazas, la isla de Menorca, Orán y Gibraltar, plazas con las que Gran Bretaña se asegura parte del control del tráfico marítimo del Mediterráneo y el comercio con América. Hay que tener en cuenta que no se trata sólo de los consabidos cargamentos de oro y plata, sino de productos tan valiosos como las especias o la quina. Una vez en el trono Felipe V la nueva administración procederá a reorganizar el Estado, heredado de la dinastía Habsburgo. Entre otras cuestiones emprende la modernización de la maltrecha y decadente Marina, labor que desempeñará el secretario de EstadoJosé Patiño, de quien Lezo será hombre de confianza.


En estos años convulsos vive y desarrolla su carrera Blas de Lezo. Después de su participación activa en la Guerra de Sucesión, Lezo será destinado a la Escuadra del Mar del Sur para luchar contra la piratería en las costas de Chile y Perú y la defensa de los territorios ultramarinos. Tras discrepancias con el virrey es trasladado de destino. Posteriormente, al mando de la Escuadra del Mediterráneo, participa en las expediciones a Génova (1719) y Orán (1732), hasta alcanzar en 1734 el empleo de teniente general, la más alta graduación de la Armada. En 1736 asume la defensa de Cartagena de Indias, considerada la llave de las Indias y plaza clave para mantener el dominio español en la zona. Será allí donde demuestre sus dotes de estratega y protagonice su mayor hazaña militar: la batalla de Cartagena de Indias.

Tras la firma de Utrech y debido a las numerosas presas que hacía España de barcos ingleses dedicados al contrabando, el comercio inglés vive una profunda crisis. Los comerciantes británicos presionarán a su gobierno con el objetivo de declarar la guerra a España, lo que consiguen en noviembre de 1739. El principal objetivo era asfixiar el comercio español con América aprovechando el caos existente en las colonias y la debilidad de la incipiente flota española. Una vez declarada la guerra el gobierno británico arma dos flotas. Una al mando del almirante Anson que tiene como objetivo hostigar las costas del Pacífico; y una segunda flota a cuyo frente estará el almirante Edward Vernon, quien pondrá rumbo al Caribe "para cometer toda suerte de hostilidades contra los españoles de la manera que juzgue más apropiada".

En diciembre de aquel año la flota inglesa al mando de Vernon aparece frente a la bahía de Portobelo, destruye las fortificaciones de defensa e incendia la ciudad. Desde allí Vernon pone rumbo a Cartagena de Indias donde estaba fondeada la flota mandada por Lezo. La disparidad de fuerzas hacía presagiar un desenlace favorable a la flota inglesa compuesta, según las fuentes, entre 23.000 y 30.000 hombres; entre 135 y 195 buques de los que entre 36 a 51 eran de guerra; Lezo disponía de 2.300 a 3.200 hombres y 12 buques de los que 6 eran de guerra. En vista de estas cifras el almirante inglés había anticipado a Londres una victoria más que segura, llegándose a acuñar monedas conmemorativas en las que se representaba a Lezo arrodillado ante Vernon.


El día 19 de marzo la flota inglesa comienza las hostilidades atacando las baterías de Tierra Bomba. El cerco a Cartagena de Indias fue implacable y los peores rumores se extendieron por toda la colonia, llegando incluso a Quito donde científicos franceses, en misión geodésica en la que tomaba parte el teniente de navío Jorge Juan, se hicieron eco de los hechos. La batalla se prolongó hasta el 29 de abril cuando cesaron los bombardeos ingleses que, derrotados, el día 10 de mayo y durante 10 días fueron saliendo de la Bahía Exterior, dejando tras de sí -de nuevo aquí hay un baile de cifras- entre 6.000 y 11.000 muertos y entre 7.000 y 8.000 heridos, y a Vernon maldiciendo a Lezo en la retirada. España había perdido entre 100 y 800 efectivos y 1.200 heridos. En esta batalla Inglaterra había sufrido la mayor derrota naval de su historia.

Plano con las maniobras inglesas en la batalla de Cartagena de Indias

Vernon escribía a su mujer el 31 de marzo, en plena contienda, sobre el objeto de su misión: "...Sólo tengo tiempo de añadir que ha complacido a Dios Todopoderoso preservar mi salud para llevar a cabo estas gloriosas fatigas... para humillar a los orgullosos españoles y llevarlos al  arrepentimiento por todas las heridas y las depredaciones llevadas a cabo contra nosotros durante mucho tiempo". Cabe recordar que el almirante inglés ya había rivalizado con Lezo en la batalla de Vélez-Málaga en 1704 siendo ambos guardiamarinas, siendo ésta la batalla naval decisiva en la Guerra de Sucesión. En esta batalla a Lezo, que tenía entonces 15 años, le fue amputada la pierna en cubierta por las herida recibida por un cañonazo.

Las discrepancias y enfrentamientos de Lezo con el virrey, Sebastián de Eslava, le llevaron a ser apartado injustamente de su puesto al frente de la escuadra de Cartagena de Indias. Poco después Lezo muere el 7 septiembre de ese mismo año, víctima de la peste provocada por la ingente cantidad de muertos sin enterrar que dejó la batalla. Invicto en su dilatada vida militar, es enterrado en un lugar desconocido y sin el merecido reconocimiento. Tal fue el desastre que sufrió la armada británica que el rey Jorge II de Inglaterra prohibió toda publicación que hiciese referencia a la humillante derrota de Cartagena de Indias, lo que unido a nuestra flaca memoria, ha propiciado el olvido de un personaje tan destacado en la historia de España. Es de señalar, por último, que para esa exposición el Museo Naval pidió prestado unos retratos del almirante Vernon al National Maritime Museum, e iniciados los trámites, la institución británica adujo que no podía hacer el préstamo por estar los retratos comprometidos para otros actos.

Blas de Lezo. Estatua en la Plaza del Descubrimiento, de Madrid
inaugurada el 22 de noviembre de 2014

Además de la información que ofrece la exposición Blas de Lezo, el valor de mediohombre, en el Museo Naval de Madrid, abierta hasta el 13 de enero de 2014, he consultado:

Lafuente, A., y Mazuecos, A.Los caballeros del punto fijo, Serbal/CSIC, 1987

viernes, 15 de noviembre de 2013

Castillos por tierras de Valladolid

Castillo de Portillo
Hay aficiones que no se solventan en 2 horas y una de ellas es visitar castillos.Ver un castillo no es únicamente ver arquitectura medieval, en muchos casos en pura ruina, es vivir la historia, adentrarse en la simbología, la filosofía, el arte y sus personajes, en definitiva es un compendio de sociología. Una vez leí que un castillo y un barco son los ejemplos simplificados de una organización social perfectamente estructurada y jerarquizada. Por alguna de estas razones o por todas ellas, me gusta visitarlos.

Castillo de Íscar
En septiembre me organicé una excursión por tierras de Valladolid: mapa, cámara, documentación y bloc de notas.Tras hacer pequeño circuito con los lugares por los que voy a ir pasando, parando si llega el caso, y anotando las anécdotas que ocurren. Lo mejor, aparte de la visita al castillo, es el contacto con los vecinos, la charla con otros visitantes, ir aprendiendo cosas, oìr pequeñas historias y peculiaridades que nunca se recogen en los libros: hablo con el dueño del bar, con la señora que barre su puerta, con quien pasa por allí... es algo espontáneo y enriquecedor.

Castillo de Portillo
Salí de Madrid sin un itinerario claro a las 11:15 y con un calor que comenzaba a ser molesto. No sabía hasta dónde iba a llegar, ni si iba a hacer las visitas ese día o al día siguiente. El primer destino era Íscar, desde allí tenía dos opciones o subir hasta Portillo o volver para comer en Olmedo y desde allí a Fuente el Sol. Según el tiempo disponible seguiría hasta Portillo, Fuensaldaña y Fuente el Sol, aunque esta posibilidad era la más improbable porque entre medias tenía que cruzar Valladolid. Finalmente pude hacer la más completa: paré en Íscar, donde comí; después Portillo, Fuensaldaña, donde pasé una tarde muy agradable visitando prácticamente todas las dependencias del castillo, y camino de Fuente el Sol, pasé sin parar contemplando desde la carretera Simancas, Medina del Campo y Arévalo, este último en Mingorría (Ávila) donde terminé la excursión a las 20:05 después de 410 km. de ruta, que hubiesen sido menos de haber encontrado a la primera la subida a Portillo y no me hubiese extraviado dos veces en la circunvalación de Valladolid.

Castillo de Fuensaldaña
Hubo varias incidencias. Entre Olmedo e Íscar volcó un pequeño camión cargado de tablas de madera que me retuvo varios minutos. Luego sufrí las propias de todos los lugares de España: nadie sabe dónde se puede comer en su pueblo porque claro, todo el mundo come en su casa. Una peculiaridad de Íscar es que para ir al restaurante todas las calles son dirección prohibida y para volver a la carretera extrañamente también lo son. Portillo es un pueblo que está en un alto y a los pies tiene un barrio que se llama Arrabal de Portillo, donde anduve extraviado dando un par de vueltas al pueblo y sin ver el castillo por ninguna parte, hasta que me indicaron la dirección correcta, el castillo está orientado al norte en vez de al sur como es lo normal. Aunque la verdadera odisea fue cruzar Valladolid, me llevó casi media hora, sobre todo porque la carretera de circunvalación está sin terminar y tras varias vueltas uno acaba curiosamente en el punto de partida, además de sufrir un calor insoportable. Una vez en Fuensaldaña visité el castillo en grupo organizado del que yo era el único integrante: todas las explicaciones de la guía fueron para mi solo.

Castillo de Fuente el Sol
Desde allí a Fuente el Sol, al llegar pregunté a un grupo de hombres, unos 6 todos viejos, que estaban charlando a la sombra de una tapia de adobe. Parecían extrañarse de que alguien fuese al pueblo para ver sólo el castillo, y más aún el día que tenían carreras de galgos. Con el sol ya bajo llegué a Pajares de Adaja , ya en tierras de Ávila, donde esperaba la merienda y la charlar sobre lo mal que se estaba dando este año la caza.

Llegué a Mingorría exhausto, donde terminé el día sin ganas de hacer un repaso de la jornada. Cada visita merece una entrada por sí sola, así que en cada lugar he puesto un enlace que os llevará a la descripción las fortificaciones y las charlas con los lugareños; historias que iré desgranando y modificando por aquí porque la historia y los lugares evolucionan y siempre hay nuevos descubrimiento que son de obligado cumplimiento actualizar. Para acabar una recomendación, para estos viajes no utilicéis ese chisme, el GPS os hará perder todo el encanto del contacto con la gente.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Uclés


Un error al tomar el desvío de la carretera a Cuenca nos llevó hasta Uclés. Conforme te vas acercando se pueden ver recortados contra el cielo el edificio imponente del monasterio y las torres del castillo. Antes de salvar la hoz sobre la que se asienta el pueblo, en la margen derecha, hay un mirador desde el que se tiene una espléndida vista y unas tinajas inmensas con una lápida que recuerdan que allí tuvo lugar la batalla de Uclés el 29 de mayo de 1108, entre cristianos y musulmanes almorávides. Es una historia que tuvo gran repercusión y relevancia para los cristianos, mientras que para los musulmanes fue un episodio más. Pero veamos de forma muy breve qué fue y qué representó esta batalla.

La historia comenzó unos años antes, cuando Alfonso VI, rey de Castilla, León y Galicia, el monarca más poderoso de la Península, aprovecha las divisiones de los reinos de taifas musulmanes y en 1085 toma Toledo. Sólo 9 años después, en 1094 el Cid Campeador toma Valencia, mostrando la debilidad del poder musulmán en la Península desde la descomposición del Califato Omeya en 1009. El rey Alfonso tenía como tributarios a las taifas musulmanas de Sevilla, Zaragoza, Badajoz, Córdoba, Granada... La presión que el rey castellano ejercía sobre los musulmanes no dejaron a éstos más que dos opciones o hacer una gran coalición para hacerle frente, lo que significaba ceder parte de su poder local a la coalición resultante, o pedir ayuda a los pujantes Almorávides del norte de África. Optan por esta última ya que les permitía mantener su autonomía política. Los almorávides aceptan la propuesta de invasión, aunque sin intención de conquistar territorios, sino en defensa del Islam. Realizan el primer paso del Estrecho en 1086. A partir de esta fecha se suceden varios hechos de armas hasta llegar al año de 1108.



Entre los días 2 y 12 de mayo de ese año sale de Granada un ejército almorávide. A éste se unen en Jaén, unos días después, fuerzas salidas desde Córdoba. Entre Chinchilla y La Roda se les une nuevas fuerzas de Murcia y Valencia con un objetivo claro: Uclés, donde llegaron el día 27. Las noticias de la salida del ejército almorávide desde de Granada llegaron a León, donde estaba Alfonso VI, unos 18 días más tarde. Antes habían llegado a Toledo, donde se encontraba Sancho, el príncipe heredero que se dispone a organizar un ejército de socorro al que se le unen fuerzas de Calatañazor y Alcalá para hacer frente al avance musulmán.

La población de Uclés, que apenas pudo reaccionar a la llegada de los musulmanes, es atacada, las defensas destruidas y sus pobladores corren a refugiarse en el castillo. El príncipe Sancho, que sólo tenía 15 años de edad, y sin una estrategia previa, se pone al frente del ejército cristiano junto a un séquito de nobles y se dispuso a embestir al ejército musulmán. Éste aguanta ataque y, tras varias maniobras, los almorávides derrotan sin paliativos a las fuerzas cristianas. Sancho y su ayo huyen para refugiarse en el castillo de Belinchón, cerca de Uclés. Allí los recibe la población mudéjar, musulmanes residentes en territorio cristiano, que se subleva y acaba con los confiados y agotados restos del ejército cristiano, dando muerte al príncipe Sancho y su ayo. En la batalla perecieron también los nobles que acompañaban al príncipe y, según las fuentes, allí mismo le cortaron la cabeza a los 3.000 soldados cristianos muertos en la batalla e hicieron un montón con ellas.


Un años después, en 1109 muere el rey Alfonso VI a quien heredará su hija Urraca. De no haber muerto, el príncipe Sancho hubiese heredado los tres reinos de su padre y quizá Portugal, como reino, nunca hubiese existido, pero esa es otra historia. Los musulmanes continuaron hacia el norte tomando Cuenca, el mismo camino que hicimos nosotros después de equivocarme en la salida de la carretera.

Para saber más sobre este tema podéis consultar los libros que yo he leído para documentarme.
Historia de España Musulmana, Chejne, Anwar G., Editorial Anaya
Alfonso VI, Linage Conde, Antonio, Ed. Trea

jueves, 24 de octubre de 2013

El Laberinto de "El Capricho" de la Alameda de Osuna

En 1946 un avión correo de Iberia hizo un aterrizaje de emergencia nada más despegar de Barajas, y lo hizo sobre una zona que debía ser de arbustos. Acababa de arruinar el jardín bajo, y con él lo que quedaba del laberinto del parque "El Capricho", de la Alameda de Osuna. Son cosas que no suelen ocurrir, pero pasan.

Estatua en la plaza de los Emperadores
De todas las historias que se pueden contar de la Alameda de Osuna, esta es la que más me gustó, quizá sólo por lo inusual del caso. "El Capricho" es una especie de "Versalles en miniatura", me dijo mi vecina, y en efecto, lo es. Me recordó un relato parisino de Rubén Darío, de un modernismo absoluto, sobre un poeta y una ninfa. Aunque tampoco es difícil de imaginar al duque don Pedro correr tras el carruaje de su amada y caer desvanecido hasta la muerte, según cuentan allá por 1844; ni los paseos fastuosos que diera don Mariano, el último duque, "el grande entre los grandes de España"; ni las carreras de caballos al estilo inglés o los apartados rincones entre estatuas, frondas, nenúfares y patos deslizándose en el remanso del lago testigos de vete tú a saber qué secretos, pero nada más sugestivo que el laberinto de laurel.

Laberinto de El Capricho en la actualidad

El laberinto es un elemento que se encuentra en los jardines desde antiguo. Tiene un origen oscuro y envuelto en el misterio que representa el mito de Teseo y el Minotauro. Según éste, Atenas, derrotada por Creta en una guerra, debía entregar todos los años 7 jóvenes y 7 doncellas al rey Minos para ser devorados por el Minotauro, bestia que comía carne humana. El Minotauro habitaba una gruta en lo más profundo del laberinto creado por Dédalo. Teseo se ofreció a ir  a Creta como víctima y liberar a su patria de este sacrificio. Ayudado por Ariadna, hija del rey Minos, de quien se enamora, Teseo penetró en el laberinto y dio muerte a la bestia.

El laberinto, a partir del barroco, deja de tener el significado filosófico de un submundo abierto y cerrado en el que se penetra en pos de la verdad, y pasa a ser un lugar puramente ornamental enriquecido a base de estatuas, pérgolas, bancos, fuentes... Con el romanticismo, el laberinto pierde todo su significado inmaterial y espiritual, es una pieza más de los jardines de la nobleza, y aunque mantiene sus características ornamentales, comienza a ser un lugar que se presta a juegos románticos y amorosos propio de la época. Es en esta época cuando se le añade una gruta donde ya no habita el Minotauro, sino el amor de Teseo y Ariadna.

Plano del Laberinto de El Capricho
Un mes después de la muerte de don Mariano, en 1882, totalmente arruinado y sin descendencia, se declara la banca rota de los Osuna. Tras varias vicisitudes y propietarios, entre los que destaca la poderosa e influyente familia Bauer, el Ayuntamiento de Madrid compra los terrenos mediante permuta en 1978. Después del aterrizaje del avión correo de Iberia, la zona se fue degradando y llegó a convertirse en almacén de materiales, hasta que se localizan los planos con el diseño que tenía el laberinto en 1870. Esto permitió su reconstrucción a partir de 1987 a base de plantones de laurel y recuperando parte del mobiliario, que es lo que conocemos hoy.

Para conocer más de El Capricho y su historia os recomiendo su visita que es gratuita y la lectura de "El Capricho" de la Alameda de Osuna, de Carmen Añón Feliú, de la colección Parques y Jardines de Madrid que he utilizado para documentarme y guiarme en mis visitas al lugar.

lunes, 21 de octubre de 2013

Iucunda: Estela funeraria en Segóbriga

Junto a la línea que delimita la parte sur del circo de la ciudad romana de Segóbriga, en Cuenca, hay una estela funeraria que impresiona por su sencillez y conmueve su ternura, si es que a la muerte se le puede considerar tierna en algún momento. La estela que identifica la sepultura de Iucunda, esclava romana de 16 años. En ella se representa a una joven tañendo una cítara, preciosamente labrada, y debajo una inscripción breve y conmovedora que dice:


No tendrá que añorar tras su muerte a sus hijos perdidos.
Para Iucunda, esclava de Manio Valerio Vitulo e hija de Nigella.
Desahuciada al acercarme a mis 16 años, cedí, vencida, al peso de mi destino.
He aquí lo que puede abatir mi corazón, lector, la causa prematura, lamentable,
de mi sepultura. Pero, llegada a mi fin, descanso en un lugar querido, antes que
las enfermedades destruyeran mi cuerpo con violencia de un tumor intolerable
para cualquiera, ahora, libre de preocupaciones, reposo bajo la hierba ligera.
Ahora os toca a vosotros el cuidado de mi sepultura, padres, mi querido esposo,
adiós para siempre.
Que a mí no me pese la tierra y a vosotros los dioses os sean favorables. Sé
propicia para esta citareda, como también Febo lo fue mientras viví.


miércoles, 25 de septiembre de 2013

Hey Joe: Antonio Villagómez

Muchas tardes, cuando vuelve mi hijo a casa le saludo con un ¡Hey Joe! Y él sonríe. Quizá sea la única frase de una canción que utilizo de forma cotidiana. La canción es trepidante, triste y violenta. Seguramente no sea la más adecuada para saludar a nadie. Esta es una historia que a la vez es el cruce de caminos de dos historias que se difuminan en un solo sentido, en una misma acción: la violencia de género. Es difícil explicarlo y más aún intentar hacer compatibles dos historias.

"Hey Joe! ¿Dónde vas con esa pistola en la mano?" La primera vez que oí esta frase fue en la versión de Jimi Hendrix. Joe contesta que ha disparado sobre su vieja porque estaba tonteando con un tipo. Le pregunta de nuevo que qué va a hacer, que lo que ha hecho está muy mal. Joe contesta que no  está dispuesto a que lo ahorquen por ello y se va camino de México porque quiere ser libre: "Way down where I can be free".

Aquella tarde estuve buscando información para un artículo sobre la Dehesa de la Villa en la Hemeroteca Nacional. Necesitaba música enérgica para compensar el tedio de leer textos de hacía un siglo . Elegí Hey Joe! de un homenaje al propio Hendrix, con Steve Winwood, Mitch Mitchel, Billy Cox y los arpegios de la guitarra, para su mayor gloria, de Slash. Me encontré entonces con una noticia breve de agosto de 1907:

"Ayer se cometió un nuevo crimen de los llamados pasionalesUn sujeto llamado Antonio Villagómez, después de cuestionar con una mujer, asestó á ésta varias puñaladas, dejándola mal herida. El agresor fue detenido."

Cuando acabó el tema de Slash busqué una nueva versión de la canción. Seguí con las búsquedas de prensa y en otro periódico de ese día volví a encontrar la misma noticia, ahora algo más extensa; luego otra, hasta cinco crónicas diferentes, cada vez más amplias, del mismo suceso en distinto periódicos. La crónica más completa era ésta de El Imparcial:


LOS CRÍMENES DEL HAMPA

Una mujer herida

 En la calle de la Aduana, cerca de la esquina á la de la Montera, ocurrió ayer, próximamente á las siete de la tarde, un suceso sangriento.
 Una mujer de vida airada, llamada Juana Vicente Gallego, de mote “La del Perrero”, de dieciocho años de edad, fué gravemente herida por Antonio Villagómez Miranda, (a) “el Gallego”, natural del Barco de Valdeorras, de ventidos años y ladrón de oficio, pues ha extinguido dos condenas por hurto y siete quincenas.

Antecedentes

   Hará poco más de un mes que Antonio, en una de sus correrías nocturnas, conoció a Juana en la plaza del Progreso, punto frecuentado por el hampa madrileña día y noche.
   “El Gallego” entabló relaciones amorosas con esta mujer, escasamente agraciada y no buena moza.
   A los pocos días de vida común, Juana se cansó de sostener al “Gallego” y le reconvino para que le buscase trabajo ó la dejase en paz.
   El “ultimátum” se hizo muy duro para el “Gallego”, quien se negó á todo lo que fuese trabajar.
   Pocos días después, Juana rompió completamente sus relaciones con el haragán.

El crimen

   Ayer, sobre las cinco de la tarde, salió “la del Perrero” de su casa de la calle de los Irlandeses, número 13, acompañándola su amiga Maravilla López “la Maravilla”.
   Cuando juntas llegaron á la plaza del Progreso, cortóles el paso el desdeñado Antonio.
   Durante un corto trayecto fue Antonio acompañándolas y conversando con Juana, la excitó á que olvidara lo pasado y volviera á vivir con él.
   Juana se negó rotundamente á pesar de las insistencias del “Gallego”.
   En la Puerta del Sol Antonio abandonó á las mujeres, y éstas, siguiendo por la calle de la Montera, entraron en la de la Aduana.
   Instantes después fueron alcanzadas las mujeres por Antonio, quien encarándose de nuevo con Juana la insultó, poniéndola como ropa de pascua.
   Al replicarle Juana se arrojó Antonio sobre ella, armado de navaja, y sin que nadie pudiera evitarlo la infirió varias heridas.
   Luego intentó huir el criminal, pero un empleado de la Compañía madrileña del gas logró detenerle y entregarle al guardia de orden público, número 345, Valentín Germán.
   Mientras el criminal, á quien se ocupó el arma, era conducido a la comisaría del distrito del Centro, la lesionada fué conducida en un coche á la Casa de Socorro de la plaza Mayor.

En la Casa de Socorro

   El médico de guardia de este centro benéfico, Sr. Díaz y Leyda, reconoció detenidamente a la lesionada, apreciándola cuatro heridas incisas: una que le cruzaba la mejilla derecha hasta el globo de la nariz, que fue seccionado; otra que deja casi al descubierto el maxilar izquierdo; otra en el lado izquierdo del cuello, también muy extensa, y otra en la palma de la mano izquierda.
   Aunque las heridas son extensas, no son de tanta gravedad como en un principio se supuso, pues no han interesado ninguna arteria ni órgano importante.
   Su estado se calificó de pronóstico reservado.

Trabajos policiacos

   El inspector del distrito del Centro D. Ángel Ortega, que intervino en los sucesos desde los primeros momentos, interrogó á Juana cuando los médicos terminaron la cura.
   Juana, después de exponer los antecedentes arriba relatados, parece que dio del suceso una versión contraria á la de las demás personas que han  presenciado los hechos.
   Declaró que al acercársele Antonio en la plaza del Progreso, acompañaban a éste otros dos sujetos, también ladrones profesionales, conocidos por los apodos de “El Moreno” y “El Tramús”.
   Estos, según la declarante, excitaron al “Gallego” á que “sacudiera” dos “puñalás” á la Juana.
   -Yo, temiendo que me matara –añadió- le quité de un bolsillo de la americana un cuchillo.
   Cuando llegué á la calle de la Aduana y nos enredamos de palabras Antonio y yo, “El Moreno” me sujetó por detrás y “El Tramús” le dio una navaja, con la que me hirió.
   Según  nuestros informes sólo resulta comprobado de la declaración de Juana, lo que se refiere al cuchillo que quitó á su agresor, arma que es de grandes dimensiones.
   Juana, después de declarar, fue trasladada al Hospital Provincia en una camilla.

Lo que dice el “Gallego”

   Al ser interrogado en la comisaría el criminal, se confesó autor del crimen.
   Negó rotundamente que le acompañase amigo alguno, como había afirmado su víctima.
   Dijo que la agredió porque ella le amenazaba continuamente con darle escándalos para que le llevaran de “quincena”.
   -Esto me encolerizó –decía,- y no tuve más remedio que darla unos golpes para que se callase.
   Últimamente reconoció el cuchillo y la navaja como de su pertenencia.

Otras diligencias

   También declararon la “Maravilla”, el guardia número 345 y otras personas testigos del suceso, que no añadieron dato alguno que merezca referirse.
   La “Maravilla” parece que negó exactitud á lo declarado por Juana respecto a los supuestos acompañantes del agresor.

El Juzgado de Guardia

Tan pronto como se recibió aviso en la Casa de Canónigos, salió el juzgado de guardia, que lo era el de la Universidad, constituyéndose en la Casa de Socorro, donde se incoaron las correspondientes diligencias.

El criminal ingresó en las primeras horas de la noche en un calabozo del juzgado.

Acabé escuchando una versión de Franco Battiato, más relajada que todas las demás, con el trasfondo de la violencia. Ordenado de mi, fui cerrando los archivos de los periódicos y me propuse hacer el viaje de "La del Perrero" y reconstruir el paseo de la calle los Irlandeses a la calle de la Aduana.

La calle de Los Irlandeses, 13

La calle de los Irlandeses es una calle corta donde casi nunca dará el sol. Cuando disparé la última fotografía y levanté el ojo del visor de la cámara vi una mujer cerrando la puerta del número 13. Tendría unos setenta años, quizás alguno más. El pelo castaño teñido. Vestía un abrigo de lana beige. Se quedó quieta en la puerta, sin terminar de cerrarla. Al acercarme observé que tenía el ojo derecho lloroso, tiñoso como dicen en algunos lugares.
- ¿Vive usted aquí?
- Sí, claro.
- ¿Vive usted aquí desde hace mucho?
- ¡Oh, sí! Desde que era pequeña.
- ¿De cuándo es esta casa?
- No lo sé, del año 45, de 1943 o así. – Intenté explicarle por qué estaba interesado en saber la fecha de la construcción, pero ella sin dejarme hablar continuó- Primero hicieron la primera y la segunda planta el dueño. Luego en el año 45 mi padre, que había aprobado oposiciones en Icod de los Vinos en Canarias, nos vimos a vivir aquí porque el dueño había construido los dos pisos de arriba.
   Me contó que no sabía si había una casa anterior en aquel solar, además, si la hubo no fue destruida en la guerra -¡Qué va, qué cosas dice la gente. En la guerra! Mi madre vivía en la otra acera, en la misma calle y por eso nos vinimos a vivir aquí. Disculpe, -dijo sacando un pañuelo y limpiándose la nariz- se me cae la guinda, con el frío. -Siguió contando que su padre le regaló un gato pequeño que vivió con ellos veintiún años. Al sorprenderme de la edad del gato ella insistió –Sí, sí, lo cuidada un veterinario que vivía aquí mismo. 
Le di las gracias. Ella se marchó hacia la derecha, por donde yo había entrado, dirección a la calle Humilladero. Se paró junto a una pareja que venía con un perro cada uno. Acarició a los animales y les habló como si fuesen niños. Esperé a que se marchara. La pareja pasó junto a mí –Buenos días- nos saludamos. Cuando miré la anciana ya había desaparecido sin saber por dónde.

Llegué hasta la plaza del Progreso, que ahora es de Tirso de Molina, subí por Romanones, Carretas, Sol, Montera y Aduana, pero ya no había nada más que averiguar. Unos meses antes había muerto Mitch Mitchel que fue siempre el batería de Jimi Hendrix

La versión de Slash con Steve Winwood, Mitch Mitchel y Billy Cox en  http://www.youtube.com/watch?v=crdq2oYNaoc.
La versión de Franco Battiato en  http://www.youtube.com/watch?v=vHGbxrE32a8

martes, 17 de septiembre de 2013

El castillo de Peñafiel


Algunos años, al término de la época de la vendimia, un grupo de amigos vamos a Peñafiel. Siempre entramos a Peñafiel por la carretera de Aranda de Duero dirección Valladolid. Nada más enfrentar la recta que conduce al pueblo descubres, sobre un cerro recortado contra el cielo, el impresionante castillo de piedra blanca, y avanzando hacia el castillo, se abren los campos, los viñedos y las exhaustas cepas de las que aún pende algún pámpano de uvas abandonado.

El castillo de Peñafiel es como el dibujo de un cuento de hadas. Siempre sugiere la imagen de un hermoso barco en medio de la estepa castellana, pero más allá de sus evocaciones fantásticas, es un edificio cargado de historia por el que pasaron grandes personajes, algunos de leyenda. Pero vayamos por partes y comencemos recordando un poco su historia. La fortaleza era parte de una línea defensiva formada por varias fortificaciones a lo largo de la frontera cristiano-musulmana. Tenía la misión de defender los valles que se forman entre los ríos Duratón y Botijas en su confluencia con el Duero. Su construcción ocupa la totalidad del cerro sobre el que se asienta y tiene unas dimensiones totalmente desproporcionadas: 210 metros de largo por 35 de ancho, sobre las que destaca una impresionante torre del homenaje de 34 metros de altura. Es una construcción arquitectónica de la denominada Escuela de Valladolid.


El castillo ya existía en el año 983, cuando el caudillo musulmán Almanzor, en una incursión por tierras castellanas, se apoderó de él. Estuvo en manos de los musulmanes hasta que en 1013 el conde Sancho García consiguió recuperar la fortaleza junto a las conquistadas por Almanzor como pago por su ayuda a la entronización de Suleimán en el califato de Córdoba. El conde lo manda rehacer y a él se debe la expresión: "La peña más fiel de Castilla" al referirse al castillo.

Aunque la muerte de Almanzor en 1002 fue un bálsamo para los reinos cristianos, a los que había saqueado y destruido durante 30 interminables años, la tranquilidad duró poco por las disputas entre las distinta facciones cristianas y las alianzas con los pretendientes califales, tiempo en el que el castillo fue objeto de acosos y sitios de musulmanes y cristianos.

En 1085, encontramos en él a Alvar Fáñez de Minaya, sobrino y lugarteniente del Cid Campeador, defendiendo la fortaleza frente a musulmanes y enemigos de Alfonso VI de Castilla, y aunque no hay mucha mención a este personaje siempre habrá que recordar el "Meçió mio Cid los ombros e engrameó la tiesta: "albriçia, Álvar Fáñez, ca echados somos de tierra", que se cita en Mio Cid al inicio del destierro del Campeador, menciones que abundan en la obra.

Escudo de Pedro Girón en la torre del homenaje

A finales del siglo XIII, en 1283 el rey de Castilla, Sancho IV, lo dona a su tío el Infante Don Manuel por el nacimiento del hijo de éste, Don Juan Manuel, autor de El Conde Lucanor. A la muerte de Don Manuel, un año después; el rey se hace cargo del pequeño a quien donará la villa y aportará el dinero suficiente para la reconstrucción del castillo: "navío etéreo e inmenso surcando un mar de trigales" escribe Don Juan Manuel. En el que fuera alcázar de Alfonso X en la villa, Don Juan Manuel, que era sobrino del rey sabio, mandará construir la iglesia de San Pablo, donde será enterrado. (No confundir con el cenotafio que existe en la capilla funeraria que corresponde a Don Juan Manuel de Villena, señor de Belmonte de Campos, muerto en 1523, noble y político al servicio de Felipe I el Hermoso, Juana I la Loca y del emperador Carlos I).

Tras la guerra que enfrentaron a Pedro I y a su hermanastro Enrique de Trastamara, futuro Enrique II, el castillo pasaría a tener funciones de cárcel y se recluirá en él a los hijos bastardos del asesinado Pedro I a manos de su hermanastro en 1369 en Montiel. Ya en 1390 Juan I de Castilla dona la fortaleza a Fernando de Antequera, padre de los Infantes de Aragón. Los Infantes, con el apoyo de parte de la nobleza castellana y del rey de Aragón, se alzan en armas contra el rey Juan II, intentando hacerse con el poder, lo que provocó la guerra castellano-aragonesa entre 1429 a 1430. Tras cercar y tomar la fortaleza, el rey Juan II mandó derruirla inmediatamente.

Torre del homenaje
Su hijo y sucesor, Enrique IV, donó la villa a Pedro Girón, maestre de la Orden de Calatrava en 1454, aunque le niega la posibilidad de reconstruir el castillo. Dos años después, en 1456, cambia de parecer y autoriza su reconstrucción,  dándole el aspecto elegante y majestuoso que tiene en la actualidad. El castillo, que debió terminarse en 1466, justo el año de la muerte de Girón, es una de las fortalezas sobre la que menos se ha intervenido desde su construcción y ha conservando su estructura e interior del edificio original. En tan solo 10 años se acabó de construir tan espectacular edificio en el que pueden encontrarse hasta 52 marcas de cantero, lo que supone una media de 520 obreros sólo para cortar y labrar la piedra. El escudo que hoy pueden verse en la torre del homenaje, es el de Pedro Girón cuyo hijo Juan Téllez de Girón heredaría la fortaleza y a quien los Reyes Católicos confirmarían su cesión en 1476.

Tras un salto en el tiempo, en 1810 y durante la Guerra de la Independencia contra los franceses, el castillo volvió a tener funciones militares y participo en una refriega que hubo en la villa. En 1838 desde la Capitanía General de Castilla la Vieja se ordenaron reformas en el edificio. En tiempos actuales sufre una profunda reforma arquitectónica y el castillo se destina para albergar el Museo del Vino.


Además de imaginar a todos estos personajes, un paseo por el castillo es muy interesante, tanto para observar la construcción y sus dependencias, como las hermosísimas vistas que hay desde el adarve y la torre del homenaje, con la villa a sus pies, una alfombra cuarteada de campos otoñales y, hacia norte, se puede ver lejano el castillo de Curiel sobre una peña al otro lado del río Duero.

El castillo visto de la plaza de El Coso
Para terminar, la villa tiene además de la iglesia gótico-mudéjar de San Pedro, con la tumba de Don Juan Manuel de Villena, excelente obra de Juan Picardo muy deteriorada tras ser ocupado el castillo por las tropas francesas en la guerra de la Independencia; la plaza mayor, llamada El Coso, que se habilita para celebrar corridas de toros, de gran belleza y desde la que se tiene una excelente vista del castillo. Y desde este punto, los amigos partimos hacia Sacramenia, otro lugar que el conde Sancho García canjeara también con califa Suleimán.

Letrinas
Para preparar mis viajes a Peñafiel y documentarme sobre el castillo y su historia, he consultado los siguientes libros:

Castilla y León. Castillos y Fortalezas, Fernando Cobos Guerra y José Javier de Castro Fernández. Ed. Edilesa
Conocer España por sus Castillos, Dolores Grassós. Ed. Mondadori.
Los castillos y fortalezas de Castilla y León, Carlos M. Martín Jiménez. Ed. Ámbito
Castillos de Castilla y León, José Manuel Gutiérrez, Ed. La Posada
Las muertes del Rey Don Pedro, Canciller Pérez de Ayala, Alinza Editorial.
Sancho III el Mayor, Gonzalo Martínez Díez, Ed. Marcial Pons
Reyes de León y Castilla. Fernando I, Antonio Viñayo González, Ed. La Olmeda
Historia de España musulmana, Anwar G. Chejne, Ed. Cátedra